jueves, 14 de noviembre de 2013
RECONSTRUCCIÓN
Tsunami en Sumatra, nosotros la sacamos barata por esta vez
El territorio chileno es uno de los lugares más sísmicos de la tierra, eso lo sabe cada chileno desde una temprana edad, y probablemente durante el lapso de su vida se enfrentará a un gran sismo. Que se nos mueva la tierra es parte de nuestra de nuestra realidad e identidad.
Los terremotos y tsunamis son siempre agentes de destrucción, dolor y muerte, y como hemos constatado en el último terremoto ocurrido el año 2010, tiempo para el pillaje y ciertas conductas colectivas ocultas que allí, liberadas, muestran su lado más salvaje.
Luego viene el tiempo de la calma, el tiempo en que se secan las lágrimas y se planifica la reconstrucción, entonces la reconstrucción es tan familiar como el terremoto mismo, es parte del proceso y lleva consigo la esperanza y los deseos de futuro, los sueños y también la rabia de la perdida anterior que a veces hace pensar en lo inútil de hacerlo todo de nuevo cada cierto tiempo, al final, un futuro no tan incierto, porque sabemos con una grado alto de certezas que nuevamente se moverá la tierra y se sulfurara el mar.
La reconstrucción es una tarea compleja y pareciera ser que cada vez será más compleja, ya no encontramos un ambiente de comprensión, resiliencia o de verdadera ayuda, algo ha cambiado en estos años, quizás el orgullo muy inflado del nuevo chileno, quizás cierta cultura del corto plazo, probablemente nuestra tendencia a buscar chivos expiatorios y hasta cierto grado, la soberbia de cierta casta tecnócrata.
Para una persona normal, perder todo por un desastre natural quizás lo lleve a meditar lo frágil que resulta la vida y lo efímero de las posesiones materiales. Una persona con una mente práctica, quizás diga el día después – “hay que aprender a vivir con esto”. Hasta aquí nada anormal, ¿pero qué es lo que vemos en esto tiempos?, lo que vemos es feo, vemos que se ha levantado “el derecho a la reconstrucción”, una suerte de privilegio que resulta en un seguro colectivo para volver a tener lo que se ha perdido, el principal garante de todo, el estado, es decir todos nosotros, por ahora el cobre, más adelante, Dios dirá.
Vemos recorriendo el país una nueva idea, el “marketing de la reconstrucción”, una idea que significa llevar a producto vendible la desgracia y fomentar la creación de un conjunto de indicadores, su promoción, intercambio y distribución. Para cualquiera con dos dedos de frente, le parecería que con esos datos no se debe lucrar de ninguna forma.
Agreguemos a esa visión una sensación colectiva, una extraña sensación de seguridad posterior, basada en la estadística, total cada cincuenta años nos viene la movida y eso es mucho tiempo, así, muchos edificios literalmente quebrados en sus superestructuras fueron “reconstruidos” a base de pasta muro, papel decomural y pintura, nadie por cierto ha verificado nada, nos veremos en el próximo.
Sin embargo hay algo más siniestro en estas prácticas, una serie de inventos nuevos basados en medidas “técnicas”, dos ejemplos que me parecen extraordinarios, uno de ellos es el llamado bosque de mitigación, que al parecer viene de experiencias japonesas, bastante fallidas, y que borraron nuestro recuerdo de la isla Orrego en Constitución, y el otro, las vivienda anti-tsunami, ¿anti-tsunami? ¿qué es esto?, ¿ a quién se le ocurrió?, de todo lo que he visto esto es lo más freak, quizás alguien podrá decir, bueno, la gente no quiso salir de su lugar de vida, hay que buscar alternativas...si, bien, pero ¿ no habrá algo más inteligente?, ¿ alguien sabrá lo que es un tsunami?.
El bosque de anti- tsunami será probablemente una plantación de pinos, probablemente aromos y quizás ciprés, a excepción de este último, árboles de poca raíz, por lo tanto ante la embestida de las descomunales fuerzas marinas nuestros conocidos pinos radiata serán como una línea de palos de fósforos en la costa, además generarán un detrás, algo así como 30 metros detrás, ya no se podrá ver el océano en su furia loca, es decir pondremos un telón para ocultar el acto, además agregaremos elementos a la fiesta, ya no serán sólo los botes pesqueros, containers y otros elementos flotantes los que arrasarán la costa, debemos agregar árboles, si estamos ahí, estaremos fritos.
El arsenal incluye las viviendas anti-tsunami, un ingenio digno de revista. Visitando Dichato, una de las localidades más afectadas por el pasado tsunami, las encontré en el borde reconstruido, son palafitos, un piso libre sin aparente uso y de ¡acero galvanizado!, es decir, una materialidad que requerirá una alta mantención por parte de sus moradores que seguro conocen que significa el aire salino, ( ¿habrá que recordar la triste historia de los edificios de acero del SERVIU en Michaihue, San Pedro de la Paz?) , no hay que ser muy inteligente para suponer que ante la fuerza del tsunami nada tienen que hacer esos refugios por lo liviano de sus estructuras, literalmente volarán, una genialidad.
Me parece que hay en la desesperación de mostrar resultados por una parte, la despótica presión de grupos políticos por otra, y finalmente la poca cooperación del habitante costero quién no entiende el riesgo que corre, una complicidad, un juego de ruleta rusa, porque entre todos hemos optado por esconder la cabeza en la arena, esperando confiados que pase el peligro.
La reconstrucción es hoy una formidable herramienta política, el speech político ya lo tiene considerado en su estructura, y se escucha de lo más sugerente, hay un verdadero pontificado sobre esta tarea, pero hay que ser realista, hemos destruido muy inconscientemente defensas costeras naturales, en algunos casos como en la costa de la octava región, las dunas, hoy poblaciones, hemos actuado irresponsablemente en los poblamientos, y no tenemos la fuerza para regular las actividades costeras, entonces no me parece que sea una mala cosa que los políticos festinen con el tema, al fin y al cabo, como decía Herbert Spencer, “Nuestras vidas son abreviadas universalmente por la ignorancia”.
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