Probablemente todos recordamos las imágenes vívidas o por televisión de lo que fueron los saqueos multitudinarios posterior al terremoto del año 2010, familias completas mutaron desde su tranquilo vivir a una suerte de histeria colectiva, pareciera ser que el imperio de la ley había desaparecido, y el estado de derecho hubiera caído junto con los puentes y edificios.
Me recordó en todo momento las palabras del filosofo alemán Hegel, “.. le debemos la vida al Estado...”, parece ser que sin Estado nos volvemos a épocas primitivas y toda construcción valorica se derrumba. La pregunta que surge ante estos escenarios es ¿será esto así, estamos condenados a esta fatalidad?. El terremoto de Japón posterior me reivindicó la sociedad contemporánea, las personas se comportaron siguiendo sus ancestrales valores, primó la cordura, por lo tanto es una cuestión con tintes locales.
Después de las manifestaciones ciudadanas por una educación de mejor calidad y con mayor posibilidad de acceso para todos, y que comparto en gran parte de su planteo inicial, surgieron, o mejor dicho se acoplaron durante todo el largo periodo que duraron, verdaderas hordas destructoras sin ninguna limitante que se les opusiera o al menos aplacase en parte su energía destructora. La situación se repite una y otra vez al final de toda celebración pública sea cual sea el origen de esta, la destrucción y la violencia se materializan como por arte de magia y el balance posterior es penoso.
Sin embargo lo que me llama más la atención de todo esto es la opinión de las personas afectadas, así como los testigos ocasionales, en general no hay reacciones violentas o de fuerte condena, es más bien una resignación del tipo, “...bueno es parte del circo..., es nuestra realidad....”, y el fenómeno podría tender a perpetuarse porque pareciera asumirse como parte del ser nacional, una suerte de falla de origen que no tiene vuelta atrás.
Fotografia de destrozos tomada de www.soychile.cl
Tener sociedades sumisas por el miedo y las represalias tampoco parece ser un norte a seguir, hay sociedades firmemente controladas hoy en el mundo, pero la historia demuestra que no hay muro que no caiga, no hay bota que no sea juzgada, no hay miedo que no sea disuelto en la nada, todo es dinámico, todo es cambiante, la sumisión social es una aberración en estos tiempos y la libertad se encarga de mantener siempre viva su llama aún en los peores momentos, en el peor de los calabozos.
Entonces ¿ cómo es posible aquietar la masa destructora, la masa sin valores que pulula en cada evento masivo esperando agazapada para poder generar daño?, o peor aún, ¿ es posible asegurar comportamientos sociales normales, civilizados y controlados cuando se apaga la luz?.
Es sabido que los valores provenientes de las religiones por revelación divina se caen a pedazos en nuestras sociedades, la existencia de castigos eternos provocan hoy más dudas que miedo y las autoridades religiosas son cada vez más duramente cuestionadas por sus comportamientos privados. ¿ Estaremos en un callejón sin salida?.
Esta situación no es nueva en nuestra sociedad ni en otras, y la historia también tiene mucho que decir de estos conflictos, por eso me parece que son estados remontables y se pueden revertir, y al parecer el antídoto es hacer que la vida en libertad sea también una vida de responsabilidades.
La libertad exige sacrificios, no es gratis, exige responsabilidades y privaciones, exige una tremenda cuota de compromiso personal y colectivo, y es aquí donde creo que fallamos cuando construimos nuestra sociedad. Los compromisos personales y colectivos de autoconstruirse , de hacerse , de perfilarse y ayudar a ser mejores son eludidos por muchos, así, la característica más definitoria o que da perfil a muchas de nuestras angustias sociales es la falta o la carencia total de proyectos de vida, se trata de la falta de una dirección o visión de nuestra propia y corta existencia, esto direcciona la vida hacia una pesadez, a una implacable idea de refugiarse en la inconsciencia o llevan a la mente a diseñar las más ácidas muestra de odio por el éxito ajeno, todo en conjunto viene a generar que la envidia, la rabia interna y hasta las bajas pasiones consuman el ser y de paso causen severos daños a la sociedad.
El primer insumo para construir un proyecto de vida es la libertad, no la libertad abstracta y absoluta que podría manejar el pensamiento filosófico, sino esa porción de libertad que se ha conquistado con mucho esfuerzo durante siglos y de la cual hoy gozamos al menos en occidente, otro insumo importante a mi modesto parecer es la autovaloración, el sentirse con pleno derecho al ser y a expresar sus potenciales en todos los contextos, el pensar que todo marco clasificatorio es pasajero mientras se camina hacia el objetivo que nos hemos planteado, y por lo tanto esos marcos no tienen porqué ser malos en sí, aún cuando podamos cambiarlos siempre para mejor. Un tercer insumo para este proyecto es la voluntad, si no existe o la modorra nos gana la partida, es muy difícil conseguir un buen proyecto. Finalmente agregaría la imaginación de algo mejor, la existencia de una visión positiva de una realidad nueva, un paisaje cálido donde queremos estar y dejar a nuestros hijos.
Chile puede hacer que todos sus hijos atesoren sus proyectos de vida, y que los vayan construyendo ladrillo a ladrillo, día a día con la seguridad de tener al final un proyecto de vida finamente terminado, acabando de paso con la miseria de la anarquía, la destrucción y el odio social, pero para ello se requieren oportunidades, espacios, comprensión, ayuda, dialogo y quizás cuantos otros buenos oficios, Chile puede, pero hay que recordar al final de toda esta retorica que Chile somos todos nosotros.
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