lunes, 20 de agosto de 2012
LOS DOLORES QUE VIENEN DEL BYRON
Lord Byron fue un destacado poeta inglés, un romántico y decididamente vividor, viajero y dicen que luchó por los buenos, como en el caso de la independencia de Grecia del imperio Otomano.
Sucede que nosotros, chilenos, también tenemos un Byron, pero nuestro Byron es bastante diferente, es un aventajado por cuanto apenas bordea los 11 años y ha logrado titulares en la prensa y es motivo de sesudas discusiones. El problema es que este Byron, el nuestro, muy tempranamente está luchando por los malos.
Byron A.H.M, a quien nos referimos viene a representar cierto dolor interno, uterino, profundo que siente nuestra sociedad, la cual se encuentra entre la espada y la pared en un escenario que ha ido alcanzando niveles cada vez más altos de violencia, y por supuesto niveles más alto de dolor.
La notoriedad de nuestro Byron despegó cuando junto a otros dos menores de 14 años entraron a robar a una vivienda habitada, con el vehículo robado que llegaron huyeron, pero se encontraron por mala fortuna con Carabineros, luego de una corta persecución chocaron con el auto de una profesora de 53 años quien falleció en el lugar. Luego de unos cuatro meses, el Byron es detenido de nuevo, esta vez robando otro domicilio.
El prontuario del niño es extenso y se empieza a escribir cuando tiene apenas unos siete años, hoy día con once años y una veintena de detenciones es todo un record, al parecer su especialidad o su gusto personal es asaltar casas, y claro, aún está en entrenamiento de básica en esas materias y por ello probablemente registra tantas detenciones, por lo tanto es de esperar que vaya mejorando sus técnicas, mejore la búsqueda de sus objetivos y por supuesto, aumente su grado de violencia, ello implicará en el corto plazo que tendremos un avezado delincuente y aún sin alcanzar la mayoría de edad, esa condición le da en Chile al Byron una licencia para matar.
Como sociedad nos estamos acostumbrando a escuchar actos de violencia realizados por menores de edad que asumimos como niños, o por lo que nuestra mente nos dice que son niños, y es entonces cuando entramos en la contradicción vital, una contradicción entre nuestro deseo de proteger la inocencia de la niñez, quizás recordando nuestra propia niñez o la nuestros hijos, y el dolor que nos causa la destrucción y muerte que en casos como el Byron nos nuestra una niñez diferente.
Me parece que el entorno del Byron le destruyó su niñez, aniquiló su inocencia y construyó un mundo de violencia y desamor en su mente, un mundo extraño, animal. El entorno del Byron ciertamente son sus padres y hermanos, y dados los indicios que muestra el caso se trata de una familia disfuncional, una familia que no pudo, no quiso o no tenía los medios y las condiciones para trasmitir valores, para querer a sus hijos y ayudarles a imaginar un mejor futuro.
Pero en esta historia hay más, el entorno del Byron lo constituyen más personas e instituciones, el entorno en realidad lo constituimos todos, quienes aprobaron la legislación penal actual, quienes realizaron acciones para que exista un contexto urbano como Santa Julia en Macul, los amigos que le mostraron al Byron la parte oscura de la vida, los tribunales que le han dado señales inequívocas sobre el cómo opera la impunidad, el periodismo criollo que tradicionalmente busca intrincadas justificaciones para estos casos, los gobiernos insensibles e incapaces de hacer actuaciones de prevención, los gurúes que destruyen con argumentos verborreicos los valores de las sociedades, ciertos “especialistas” conductuales que justifican la delincuencia, en fin, como vivimos en una sociedad democrática, todos nosotros.
En las condiciones actuales hay una sensación de impunidad dolorosa, una falta de humanidad con las víctimas, con quienes sufren no sólo la pérdida de intimidad y bienes, sino a quienes se les arranca la vida, se mueren, se aniquila el ser, ya no están con nosotros, y con ello se impregna de dolor la sociedad entera.
Quien quiere a sus hijos los disciplina en su niñez, junto con saludarles y premiarles sus logros, aplica castigo cuando hay daños a terceros por una acción vandálica en la que se tenga certeza de su participación, los más severos aplicaran unos cuantos correazos, los más benevolentes les negarán la internet o la televisión, o quizás aplicarán una tarea obligada, pero el niño siempre sabe que cuando actúa mal, hay un resultado de su accionar, no hay impunidad.
Pienso que el Byron y otros menores que delinquen y en especial quienes son causante de hechos de sangre y violencia merecen un castigo, un castigo duro, y la sociedad aunque le duela el alma debe aplicarlo. También pienso que esos menores se pueden recuperar, pero no sin antes estar claro que deben purgar una pena. Si hay humanismo real, comprometido y no ese humanismo ideologizado, perverso y para la galería habrá también voluntad y tiempo para reeducarlos, enseñarles valores y sobre todo el respeto a la vida, quizás después de ver lo bella que esta es, respeten la vida de otros y también la suya.
Hay además una tarea pendiente con los padres de esos menores, un debate fuerte y sincero, hoy se va haciendo una moda hacer hijos y tirarlos a la calle, hacerlos carne de sus propios fracasos e irresponsabilidad y endosárselos al Estado, personas u organizaciones para que los crie, alimente y les den educación mientras se sigue en la borrachera en que han trasformado sus vidas.
Creo que es hora de dejar de escuchar a iluminados, gurúes y ciertos “especialistas” conductuales que intentan socavar el principio de justicia, creo que este es imperecedero, forma parte de los logros humanos y sobre el cual descansa toda nuestra tranquilidad, desarrollo y evolución, no sólo como personas con derechos y obligaciones sino que como conjunto de individuos que se cuidan unos con otros, la impunidad en ese orden de cosas es una receta amarga.
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Hola estimado, soy Dlopezallel de FV.
ResponderEliminarHe encontrado mucha razón en este gran artículo, De verdad que hace tomar consciencia...
Realmente admirable su manera de pensar y sería mejor si muchos de los que tenemos parte de esta tarea pendiente, pusiéramos más atención a palabras tan sabias como las suyas.
Partiendo de quienes tienen la influencia directa en casos como este como los que creemos no tenerla.
Muchas gracias.
Daniel
Interesante articulo. No sé si dé para poder comentarlo acá puesto q Hace una mezcla de diversas problemáticas no menores q si bien arroja un solo resultado: "Victimas Inocentes" Son parte de muchas causales sociales: Desde lo Político, incluso lo antropológico. En fin. Si el tema al final es para convencer de la necesidad de castigo para los menores de edad, Existen muchísimos estudios que desacreditan esto, Osea, con castigo los niños Obrarán mal igual. Yo creo q las soluciones pasan por otro lado. X el momento y en el más corto Plazo, importante sería tener un E° que pudiera Controlar y mantener al margen de la sociedad a estos niños para "Recuperarlos y Re insertarlos".
ResponderEliminarCésar D.
Cesar, en completo acuerdo respecto a las causales, pero el árticulo indica que sobre esto hay muchos gurues y otros iluminados que evitan la palabra castigo, al final del día tenemos personas que saben que lo que hacen esta mal pero también saben que no les pasará nada, y aún más son instrumentos de la delincuencia. Debe haber una manera de parar la impunidad, esta demostrado que esta nunca es buena en la sociedad.
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