viernes, 14 de abril de 2017
IDOLOS CON PIES DE BARRO
La expresión “Ídolo con pies de Barro” corresponde a una ilustración sacada de los textos bíblicos, y se refiere a personajes que son idolatrados por sus seguidores y súbditos pero que cuentan con poca o nula base de sostén, piernas y pies de barro, en consecuencia son figuras fabricadas que no se sostienen solas, y aunque aparentan fortalezas son débiles estructuralmente, en el caso contemporáneo, muchos de los ídolos que nos convocan son productos construidos por aquellos que manejan las finanzas, por las ideologías de masas, por los medios de comunicación, por los padrinazgos político-económico y por muchos otros mecanismos en las sombras que ni siquiera sospechamos de su existencia.
El caso es que si nos elevamos algo, y sentados en posición de loto alcanzamos alguna perspectiva sobre el panorama económico-social-cultural y político nacional, visualizamos el escenario multicolor en que también somos actores , y ante nuestra párvula vista descubrimos una abundante cantidad de ídolos con sus respectivos seguidores que susurran al oído y llaman cada día con voces y palabras melosas, amigables y muy familiares, regalando de paso chapitas y caramelos “Kojak” para que nuevos acólitos se sumen a sus filas, para que los sigan y engrosen sus colectivos, para que bailen sus ritmos y sin duda para que abracen sus banderas.
A estas alturas de la civilización cuando parece que ya nos liberamos de los viejos y desacreditados dioses y semidioses y en cierta medida lucimos como seres libres, golpea nuestro ser el miedo al futuro y la espantosa escasez de certezas que invitan a ir a ”black”, a la borrachera, a la pérdida de conciencia o por el contrario a una angustiosa búsqueda de dirección, a ubicar alguna claridad donde acunar el ser, es entonces cuando estos ídolos abren sus manos y nos muestran sus mundos de fantasías en que la felicidad y la calidez de sus reinos nos acogen, somos bienvenidos en todo tipo de tramas y ambientes, desde los más extravagantes, como aquellos de “tecno-music” en que se nos invita a liberar nuestra conciencia racional para entrar en éxtasis liberadores, y así bailar y bailar hasta necesitar que algún químico mágico nos permita seguir la música en una suerte de espasmos robóticos, o aquellos otros ambientes, lo pseudo-deportivos, en que extraños y hasta bizarros personajes idolatrado por la masa nos invitan a fundirnos con otros y gozar sin límites del espectáculo de reventar a un rival, y con ello a reventar todo lo que está en el entorno, en otro éxtasis causado por el placer de destruir al actuar en manada.
En aquel otro camino, el que busca certezas o alguna mínima dirección, dejando atrás los mundillos más “ light” y embriagantes y sus ídolos, quizás por cierto temor al tatuaje, es preocupante e intimidante la situación en algunos escenarios, en ciertos ambientes de éxtasis rugen cientos, miles de fieras a cada aullido de su ídolo, una suerte de “tótem” viviente que llama al odio sin compasión, así ocurre en algunos sórdidos ambientes políticos en que junto con la ritualidad de la admiración y glorificación a personajes hinchados de orgullo, se aprende lo bueno que es tener enemigos a quien vencer, una “otredad”, normalmente unas gentes que no merecen lo que tienen, porque esos ídolos han concluido que todos estamos en problemas, en carencias, y que necesitamos una buena dosis de soluciones no importa cuáles sean mientras no signifiquen esfuerzo propio, y entonces se esperan los ansiados discursos para analizar, para rebuscar, para desgranar cada palabra de su contexto y a modo de hallazgo vital , visualizar los mundillos de fantasía que el ídolo quiere para nosotros.
Probablemente muchos y en la mayoría de las situaciones en realidad buscamos líderes, gente visionaria, con ciertos valores y con capacidad para aunar voluntades y construir para todos un mundo mejor , pero en medio del circo en que estamos no hay claridad para identificar esas personas, en todos los ámbitos, escenarios y circunstancias los ídolos son los referentes, los que dirigen la música, los que tiene sobre si los focos de iluminación, los que tienen en sus manos los micrófonos y en sus contorciones son los que atraen las cámaras.
Pero al final todo se cae, entonces se relaja el éxtasis y llega la realidad, se termina la función y ya no tenemos los focos de luces sobre la figura que nos convoca, la música se retira y hay que volver allí donde acomodamos nuestra vida, la dura verdad aparece cualquier día y el ídolo que se erguía luminoso sobre nosotros se desintegra ante nuestra mirada atónita, y en medio de las sospechas generalizadas se descubre que estamos frente a otra farsa, a otro de los muchos cuentos que ya nos consumimos y empezamos a regurgitar.
Podría concluirse que hay una fatalidad en todo esto, porque en medio de todo este panorama de ofertas vemos con ojos perplejos que apenas ha caído un ídolo y sus restos se diseminan en la nada, o aún son canibalizados en medio de aquel colectivo que antes le rendían pleitesía, aparece otro ídolo, otro más fresco, más reluciente que el anterior y nuevamente con voz melosa no llama él y sus seguidores a sus filas, a incluirnos entre sus huestes que ya están gritando las nuevas consignas, bailando los nuevos ritmos, excitados y esperanzados en que este no tenga los pies de barro, pero ello podría ser otra ilusión, otro juego sucio de nuestra mente.
Ante estos actos tantas veces repetidos, reflexivamente y con serena lucidez, alejados de otros aún embotados o borrachos por la locura colectiva que lo envuelve todo, quizás concluyamos con cierta certeza que no estamos liberados de seguir ídolos, y en realidad no somos libres de elegir ni de discriminar nada, y en rigor, no tenemos cómo reconocer los líderes entre nosotros, consecuentemente quizás estamos condenados a seguir este juego macabro una y otra vez.
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