jueves, 28 de septiembre de 2017
¿Viejos, cansados y sin dirección?
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Pasa el día, por desesperante que esto parezca otro día se ha ido y no podemos detenerlo, aparentemente seguimos avanzando en la única dirección posible, la cual conocemos y sabemos que tiene un destino final. Hace algunos días, algo hizo “ clic” en mi mente mientras sacaba cuentas cuantos años me quedaba para jubilar y cuanta renta aproximadamente tendría para… esos días finales. La impotencia de ver cómo pasa el día es un tema que no deja de incomodarme, pero veo tantos y tantos casos en que personas sanas e incluso aún jóvenes que se levantan para desarrollar una jornada rutinaria que en síntesis, es una manera autómata, algo simplona y hasta inconsciente de pasar el día, de gastar esa reserva de tiempo que aún tenemos.
Me hizo clic el hecho que ya hace demasiado tiempo que trabajo en la misma parte, y que me dedico a lo mismo, que cada vez me cuesta más levantar un proyecto de vida y cumplirlo, que por las tardes me cuesta más y más escribir, pero lo que me dio un sobresalto nervioso y preocupante fue que ese día pasó sin pena ni gloria, había jugado a pasar el día.
No puedo dejar de pensar en la persona que llega cada noche a cuidar el condominio donde vivo, en su vigilia nocturna obligada, este guardia probablemente luchará por mantenerse despierto pero es seguro que dormirá alguna hora allí sentado, luego cuando llegue el alba se levantará de su silla, irá a su casa y dormirá hasta muy tarde, para luego hacer unas cuantas cosas rutinarias y volver de nuevo a su asiento nocturno, habrá pasado un día más de su vida.
¿Cuántas personas he visto por años y años en lo mismo?, cada día igual, algunos vendedores ambulantes del centro de la ciudad los he visto por años vendiendo, ahora paraguas, ayer la novedad del año, a finales del año pasado los calzones amarillos, y tantas, tantas veces los “ pendrai a luca”, la corrida nerviosa porque vienen “los pacos” , la pelea con el “nuevo” que llega, la lluvia, el frio, y “la calor”.
Pero no sólo ellos, la gente envejece en las multitiendas, gran parte del día paradas, atendiendo o conversando hasta acabar su jornada muy tarde, y luego a casa para que el otro día ocurra lo mismo, las mismas copuchas, las mismas rutinas una y otra vez para que algún día llegue la jubilación, ¿el premio?, la jubilación, ese destino final, ese deshuesadero que nos espera como antesala antes de llegar a la última estación.
Creo que pasa lo mismo como mi país, es obvio que este conjunto social, económico, cultural y territorial que llamamos Chile nos sobrepasará, tendrá más vida, pero me da la impresión que se está asumiendo viejo, está cansado esperando la jubilación, mi hipótesis es que siente que ya no se tiene la fuerza vital que le permita pensar, diseñar y ejecutar proyectos de vida, está agotado, sin fuerzas y mirando como otras naciones llevan a cabo fabulosos proyectos propio de la juventud.
Quizás no sabemos en forma colectiva la edad que tenemos, pero hay algo más grave, no sabemos hacia dónde vamos y con alguna certeza estamos pasando el día en forma colectiva, en parte porque los que deberían actuar como cerebros están dormidos o entretenidos jugando a PlayStation o dedicándose al copy and paste , o los que debería actuar como músculos están heridos o demasiado flojos, otra posibilidad es que como totalidad, como colectivo nacional estamos enfermos de debilidad , estamos achacosos, con problemas de respiración porque hemos creado un ambiente algo enrarecido, lleno de gases tóxicos, un síntoma, un candidato a presidente cree que podemos aspirar a ser una sociedad como Corea del Norte. ¿?
¿Qué estamos haciendo en forma colectiva?, ¿alguien lo sabe?, ¿tenemos alguna dirección hacia donde nos dirigimos?, quizás pasa lo mismo con las ciudades, estas pueden ordenarse en la urbanística legal, normativa, pero no tienen proyectos de ciudad, visiones colectivas a los cuales apuntar y alcanzar, están al tranco del viejo con paso cansino, y el país al parecer también, este y sus ciudades están pensando en la jubilación.
El “cómo” pasamos el día no es una cuestión de la cual estemos muy claros, es un asunto que va algo más allá de las actividades personales y que el ritmo de las rutinas oculta o provee explicaciones banales, explicaciones de todo tipo para decir que hacemos cosas por la cual nos pagan, pero en realidad no sabemos exactamente en qué parte del proyecto colectivo estamos aportando porque este quizás no existe, o si lo hubo y estuvo a la vista de todos, los grupos de presión se han encargado de borrarlo.
Para agregar valor a la vida que llevamos, hacer algo que valga la pena, algo de la cual apuntarnos en el libro de la historia humana, quizás se requiere tener un o unos proyectos en conjunto y considerarnos como nación algo más saludable, joven, sana y llena de proyectos y posibilidades, algo que nos dé sentido, no para ser los matones del barrio ni para inflar el EGO colectivo, más bien para sentir que apreciamos estos instantes de vida como el regalo que son y que a su vez le regalamos a nuestro país con el esfuerzo diario, es en ese caso donde me acuerdo de un viejo dicho, haz tus propios planes/proyectos pronto porque en caso contrario sólo ayudarás a realizar los planes/proyectos de otros, pienso que esto es válido también para un país como el nuestro.
martes, 26 de septiembre de 2017
Esa "Otredad" que no piensa lo que nosotros pensamos
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Por estos días el conocido cantante Joan Manuel Serrat , se atrevió a dar una opinión disidente sobre el llamado a un plebiscito para la salida de Cataluña de España, consecuentemente se vio afectado por una lluvia de epítetos de todos los calibres, ante su reflexiva opinión que las condiciones no estaban para tal evento independentista, fue tachado entre otros insultos, de fascista, de facho.
El caso de Cataluña no es ajeno a lo que pasa en nuestro país, las personas en muchos casos se guardan sus opiniones para cuando estén en la urna de votación, cuando no hay cámaras de video ni personas merodeando por ahí, recién allí son capaces de decir lo que piensan, lo que ocurre es que vivir en sociedad y decir lo que se piensa es toparse cara a cara con la intolerancia.
Me ha ocurrido, y el mote de "fascista" o "comunista" es sólo parte de la batería de epítetos que tiene el intolerante cuando ve que no compartimos sus puntos de vistas, su enfoques o lo que la gran masa toma como verdad, es una constante que afecta a quien va contra la corriente, muchas veces en lo que denominamos "políticamente correcto", al opinar distinto se expone a ser el mono de goma a quien todos quieren golpear.
En la misma idea, no me gustan las leyes mordaza, es cierto que algo hay que hacer contra la intolerancia, contra el odio, y quizás esté bien en tiempos de plena democracia, cuando los poderes funcionan por separados, cuando hay garantía contra acusaciones falsas, contra acusaciones interesadas en destruir la honra y a veces la carrera política o simplemente pública de algunas personas, eso ocurre en la democracia abierta, real, pero en el caso que se caiga en cierto totalitarismos, o semi-totalitarismos como es bastante dado nuestro continente, esas leyes se convierten en la cruz de muchos.
Mi pensamiento sobre este tema lo he expuesto antes, y tal como dice Serrat, la gente no sabe que es el fascismo, tampoco me parece que quieren saber de qué se trata, es decir, lo que la gente en general, sobre todo el intolerante maneja o cree saber sobre esa triste realidad, son caricaturas, son burdas ideas que construye en su débil mente y que aplica sin más sobre personas muy alejadas de esas ideas o formas de pensar y actuar , es muy parecido a nuestras pre-concepciones raciales o religiosas, todas caricaturas.
No pretendo dar clases de tolerancia, porque a veces no soy todo lo tolerante que quisiera ser y debo tomarme un tiempo largo para darle vueltas a algún asunto, debo leer sobre el tema y atender a mis gurúes favoritos para atemperar la cosa, y sólo entonces mantengo mi opinión o la cambio. Así las cosas, pienso que el camino para evitar el uso de epítetos o crucificar a alguien que no comparte nuestra opinión, pero que es capaz de entregar y desarrollar sus argumentos o razones para ello, es decir no usa slogans, creencias o falacias tipo "argumentum ad populum" , es un camino personal, implica manejar información, tener las herramientas para analizar y además tener el tiempo y las ganas para reflexionar, es decir es un camino que al parecer a la gran masa le importa un bledo.
Por otro lado, muchos hablan de dialogar, de abordar ciertos asuntos mediante el diálogo, lo cual parece siempre un opción válida y hasta única ante la intolerancia, pero luego surge la verdad, el que pretendía o cacareaba dialogar en realidad usa la tribuna para disparar sus arpones envenenados, para concentrar sus esfuerzos en desacreditar , e ironizar sobre los argumentos del otro, pero sobre todo para intentar colocar frases y letreros para que la gente que escuche o lea, extraiga entre líneas "fascista" o "comunista " , esta es una práctica muy recurrente y pienso que hay post-graduados en el tema.
Es tan difícil ser tolerante cuando se tiene una opinión formada sobre algo, cuando se han asumido convicciones profundas y ello no es aceptado por los otros, esa otredad que nos molesta, entonces, supongo y sólo eso, lo supongo, que al parecer nuestro cerebro comienza a calentarse, a convulsionar, hasta que logra ubicar el epíteto, el insulto más duro, o la peor caricatura que tenga guardada para expulsarla por cualquier medio a su disposición y desahogar así su intolerancia.
En fin, lo que pasa con Serrat es parte del juego diario que enfrentamos todos, si lo miramos en forma positiva al parecer vamos a mejores estadios de tolerancia y de aceptación de la idea fundamental que no somos dueño de la verdad, y con ello al parecer vamos en la dirección correcta, aquella que nos lleva a respetar las opiniones de los otros. Esperemos que esto siga cultivándose, porque al fin y al cabo, cuando alguien se atreve a dar su opinión sobre un asunto complicado en forma abierta, argumentada y además muestra capacidad de escuchar a su interlocutor, ganamos todos, en caso contrario, la urna secreta del voto recibe nuestro pensamiento, pero en ese caso le endosamos la representación de nuestras ideas a otros, a quienes luego cuando algo no nos gusta criticamos en forma lacerante.
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