martes, 26 de septiembre de 2017

Esa "Otredad" que no piensa lo que nosotros pensamos



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Por estos días el conocido cantante Joan Manuel Serrat , se atrevió a dar una opinión disidente sobre el llamado a un plebiscito para la salida de Cataluña de España, consecuentemente se vio afectado por una lluvia de epítetos de todos los calibres, ante su reflexiva opinión que las condiciones no estaban para tal evento independentista, fue tachado entre otros insultos, de fascista, de facho.

El caso de Cataluña no es ajeno a lo que pasa en nuestro país, las personas en muchos casos se guardan sus opiniones para cuando estén en la urna de votación, cuando no hay cámaras de video ni personas merodeando por ahí, recién allí son capaces de decir lo que piensan, lo que ocurre es que vivir en sociedad y decir lo que se piensa es toparse cara a cara con la intolerancia.

Me ha ocurrido, y el mote de "fascista" o "comunista" es sólo parte de la batería de epítetos que tiene el intolerante cuando ve que no compartimos sus puntos de vistas, su enfoques o lo que la gran masa toma como verdad, es una constante que afecta a quien va contra la corriente, muchas veces en lo que denominamos "políticamente correcto", al opinar distinto se expone a ser el mono de goma a quien todos quieren golpear.

En la misma idea, no me gustan las leyes mordaza, es cierto que algo hay que hacer contra la intolerancia, contra el odio, y quizás esté bien en tiempos de plena democracia, cuando los poderes funcionan por separados, cuando hay garantía contra acusaciones falsas, contra acusaciones interesadas en destruir la honra y a veces la carrera política o simplemente pública de algunas personas, eso ocurre en la democracia abierta, real, pero en el caso que se caiga en cierto totalitarismos, o semi-totalitarismos como es bastante dado nuestro continente, esas leyes se convierten en la cruz de muchos.

Mi pensamiento sobre este tema lo he expuesto antes, y tal como dice Serrat, la gente no sabe que es el fascismo, tampoco me parece que quieren saber de qué se trata, es decir, lo que la gente en general, sobre todo el intolerante maneja o cree saber sobre esa triste realidad, son caricaturas, son burdas ideas que construye en su débil mente y que aplica sin más sobre personas muy alejadas de esas ideas o formas de pensar y actuar , es muy parecido a nuestras pre-concepciones raciales o religiosas, todas caricaturas.

No pretendo dar clases de tolerancia, porque a veces no soy todo lo tolerante que quisiera ser y debo tomarme un tiempo largo para darle vueltas a algún asunto, debo leer sobre el tema y atender a mis gurúes favoritos para atemperar la cosa, y sólo entonces mantengo mi opinión o la cambio. Así las cosas, pienso que el camino para evitar el uso de epítetos o crucificar a alguien que no comparte nuestra opinión, pero que es capaz de entregar y desarrollar sus argumentos o razones para ello, es decir no usa slogans, creencias o falacias tipo "argumentum ad populum" , es un camino personal, implica manejar información, tener las herramientas para analizar y además tener el tiempo y las ganas para reflexionar, es decir es un camino que al parecer a la gran masa le importa un bledo.

Por otro lado, muchos hablan de dialogar, de abordar ciertos asuntos mediante el diálogo, lo cual parece siempre un opción válida y hasta única ante la intolerancia, pero luego surge la verdad, el que pretendía o cacareaba dialogar en realidad usa la tribuna para disparar sus arpones envenenados, para concentrar sus esfuerzos en desacreditar , e ironizar sobre los argumentos del otro, pero sobre todo para intentar colocar frases y letreros para que la gente que escuche o lea, extraiga entre líneas "fascista" o "comunista " , esta es una práctica muy recurrente y pienso que hay post-graduados en el tema.

Es tan difícil ser tolerante cuando se tiene una opinión formada sobre algo, cuando se han asumido convicciones profundas y ello no es aceptado por los otros, esa otredad que nos molesta, entonces, supongo y sólo eso, lo supongo, que al parecer nuestro cerebro comienza a calentarse, a convulsionar, hasta que logra ubicar el epíteto, el insulto más duro, o la peor caricatura que tenga guardada para expulsarla por cualquier medio a su disposición y desahogar así su intolerancia.

En fin, lo que pasa con Serrat es parte del juego diario que enfrentamos todos, si lo miramos en forma positiva al parecer vamos a mejores estadios de tolerancia y de aceptación de la idea fundamental que no somos dueño de la verdad, y con ello al parecer vamos en la dirección correcta, aquella que nos lleva a respetar las opiniones de los otros. Esperemos que esto siga cultivándose, porque al fin y al cabo, cuando alguien se atreve a dar su opinión sobre un asunto complicado en forma abierta, argumentada y además muestra capacidad de escuchar a su interlocutor, ganamos todos, en caso contrario, la urna secreta del voto recibe nuestro pensamiento, pero en ese caso le endosamos la representación de nuestras ideas a otros, a quienes luego cuando algo no nos gusta criticamos en forma lacerante.



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