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He escrito anteriormente que vivimos tiempos raros, tiempos que quizás nos lleven a una etapa luminosa y buena o por el contrario, en su otra probabilidad, nos conduzcan a lo más profundo de la oscuridad. La pandemia que nos afecta no está mostrando en la agonía de muchos una realidad triste, devastadora y también la pertenencia a un mundo globalizado donde aquello que suponíamos lejano, distante, nos puede afectar en minutos.
Con lo mismo, las alegrías de otros sobre los cuales no teníamos idea hace un tiempo nos alegra la existencia, lo mismo que su trabajo, sus productos, sus inventos e ideas, el sueño de la unidad humana parece más cercana que nunca.
En la probabilidad fea, hay hechos que pueden evolucionar mal. La historia nos muestra lo complejo del actuar humano y nos llama a no confiar, a ser precavidos, por ello pienso que unas formas de actuación que están operando, unas praxis de empresas globales, pueden evolucionar mal y tengo la sospecha que es necesario que los estados intenten (en la medida de lo posible) imponer reglas para proteger a sus ciudadanos.
Hace algunos meses atrás me llegó una información bastante insistente sobre una empresa online que vende todo tipo de productos y con unas diferencias de precios que me parecieron de película, casi un 20 % de lo que cuesta un producto en el mercado tradicional, decidí hacer una cuenta para comprar, pero tuve un error y algo falló, decidí enviar un correo para salir del impasse y resolver el asunto, me interesaban unos productos, pero me encontré con un huevo, con una cosa de cascara dura y sin ningún acceso, sin nada ni nadie con quien tomar contacto, sin una ubicación física y solo un grupo de pregunta y respuestas, unas FAQ, al cual volvía una y otra vez, nadie al otro lado, sólo un robot multipropósito que se maneja solo y que jugaba conmigo al pin-pon.
El asunto me lo recordó hoy otro incidente, compre por internet un regalo para mi mujer que estuvo de cumpleaños en una conocida página online, la compra y todo el proceso estuvo bien, sin problemas, sin embargo cuando intenté volver a ver unas ofertas que se desplegaron al evaluar la empresa que me vendió el producto, no pude entrar al sitio en cuestión.
Con los mismos datos que lo había hecho antes, no pude acceder a “mi cuenta”, tampoco me llego un link supuestamente enviado para hacer una nueva password , y de remate, no funciono un código que me enviaron, todos intentos con las FAQ´s , pero entonces pensé, bueno, envío un correo, explico y listo, pero no encontré una dirección de correo, solo preguntas y respuestas frecuentes, las conocidas FAQ,, pensé, quizás un número de teléfono, pero al llamar al número que me arrojó Google no había tal número , el caso me recordó el huevo anterior, aunque sé por la experiencia que esta empresa funciona y no he tenido problemas hasta ahora.
Después de mucho buscar y con la ayuda de mi hijo, encontramos un “déjanos tu número y te llamamos”, deje el número y me llamaron,…desde otro país sudamericano, pensé…¡.ahhhh la globalización, nadie en Chile. Lo curioso del asunto es que mientras hablaba con la persona, me di cuenta que las respuestas eran las FAQ, ahora con voz humana.
Hay un fenómeno al cual ya estamos acostumbrados y que tiene un parentesco con el caso anterior, desde hace algunos años, cuando tomamos el teléfono para comunicarnos con tal o cual empresa, servicio o con el mismo estado, desde el otro lado nos contesta un agotador “ si su consulta es por….. marque 2, luego que marcamos 2, viene, si su consulta es por …. Marque 5, luego que marcamos 5 …. Si su consulta es por….. marque 2….pufffffffff. Siento que se viene imponiendo un modelo de negocios y de comunicación extraño y que con la colaboración de la magia tecnológica atiende a través de un muro, en ese escenario no vamos a encontrar humanos al otro lado, excepto cuando tengamos un conflicto serio, y allí estará esperándonos una oficina de abogados y un responsable legal que vive en algún punto remoto del planeta, punto que no tendrá tratado de extradición con esta otra parte del mundo.
La globalización vista desde de esta esquina es algo diferente al encuentro con los otros, es un mundo de impersonalismos, robótico, entre oscuro, gris, o de color hormiga, estimo que va a un manejo a distancia en el que nosotros como personas con nombre y apellidos poco importamos, si sumamos a ello la entrega a distancia muy en boga, quizás en el futuro seamos clientes o destinatarios de una figura anónima que tomando su dosis de electricidad en una mano, maneja con la otra el dron que deja caer desde el cielo un regalito que puede ser bueno …..o malo.
En fin, no sé si los actuales gobiernos de por estos lados, a los cuales veo cada vez más débiles pueden o no regular en algo estos fenómenos, se trata que las empresas dejen al menos un funcionario para hablar, un correo que devuelva las respuestas de un humano o un teléfono que comunique al momento, tengo seria dudas, pero si existe el concepto de ciudadanos escrito por allí, con derechos y otros atributos, algunas reglas se podrán imponer, o en caso contrario, debería el estado regalarnos unas horas con el sicólogo antes que nuestro pobre cerebro explote dentro de su contenedor.