viernes, 21 de junio de 2013
EL TRIUNFO DE LA FALACIA
La falacia puede entenderse como un tipo de argumento que parece correcto, parece válido, a primera vista como guión argumental puede que nos conduzca en forma impecable hacia unas conclusiones aceptables, pero en realidad su construcción convoca supuestos equivocados e inteligentemente dispuestos para posicionar ideas erróneas que leemos como lógicas.
La falacia es conocida por los oradores y también por quienes hace discursos para figuras públicas, son también conocedores quienes tienen inquietudes respecto a problemáticas de lógica, quizás investigadores, pero para quién tiene cierta habilidad lingüista o al menos algo de cultura, no debería ser difícil darse cuenta cuando lee o escucha donde se encuentran dispuestas falacias en un determinado discurso. Un observador reflexivo hasta podría identificar algunas tipologías o familias argumentales porque pueden ser variadas y de distinto tipo, y si sus sentidos y capacidad de razonamiento no le fallan, se dará cuenta además del porqué están allí. La falacia aparece normalmente cuando se sabe que no se cuenta con argumentos válidos, suficientes ni reales.
Hace algunos días, hice un comentario en un sitio de internet en que participo, allí, el dueño del sitio, un moderador intachable, hombre de gran cultura y conocimientos normalmente entrega respuestas basadas en argumentos sólidos y válidos a consultas, reflexiones u opiniones de quienes participamos, pero esta vez me llamó la atención que me respondiera con una conocida falacia, me quedé pensando si respondo a esto y pongo en evidencia la falacia, me cuestioné un rato, ¿estaré haciendo lo correcto?, estime que no respondería, si esta es la persona que creo que es, entendería mi silencio.
La falacia la encontramos en todos lados, en todo tipo de argumentos, especialmente es convocada en los discursos de los candidatos a cargos públicos- a veces como slogan- y en general los debates llevan una carga importante de este tipo de argumentos. Por otra parte, lo fluido y dinámico que son las comunicaciones contemporáneas permiten que cualquiera construya sus propios argumentos basadas en la falacia de otros, y así el fenómeno suma y sigue.
A mi parecer, el problema está radicado en el lenguaje que compartimos unos y otros, a partir de Wittgenstein sabemos que toda expresión de la realidad expresada en la comunicación y la transmisión de conocimientos giran en torno al lenguaje y las palabras, se trata de un sistema de codificación básica para construir argumentos y expresar ideas, el problema radica en que no hay formulas o recetas para filtrar un constructo lingüístico y saber si este parte de premisas reales, lógicas o correctas, consecuentemente la comprensión de la realidad expuesta podría verse manipulada, a veces seriamente.
Una manipulación recurrente en el discurso de especialistas es apoyar la falacia en metalenguajes, esto consiste en introducir juegos de lenguaje no conocido por el colectivo en su significación real, pero que suenan parecidos a... – como el lenguaje de las ciencias económicas- y que no pueden ser desentrañados a una interpretación correcta a menos que se tenga la formación, entonces cualquier hijo de vecino asume una interpretación artificiosa, porque al fin y al cabo, todo depende de las habilidades mentales para la decodificación, es allí donde a mi modesto juicio comienza una verdadera explosión carnavalesca de falacias tanto en discurso formal como en el informal.
La falacia está ganando terreno en todas partes, una de ellas, la falacia ad-hoc, se está usando en todo tipo de argumentaciones y en todo tipo de escenarios, y así, compramos ideas y construimos las propias sobre sus lomos, parece que hay poca claridad que muchos discursos plantean un escenario que es explicado coherentemente, para saltarse luego a otros escenarios donde parece, pero solo parece, que se cumplen las premisas originales para entonces posicionar posturas interesadas.
He visto este tipo de falacia en los argumentos a favor de las plantas de energía hidroeléctricas en el sur, sus defensores apuntan en que es urgente que se tenga nuevas fuentes de generación eléctrica porque viene una demanda explosiva que no podrá ser satisfecha, y por lo tanto, se requiere aprobar el proyecto con urgencia o vendrá el caos y todos seremos responsables. Pero la he visto funcionar también desde el otro lado, donde se argumenta que todo el mundo quiere generación eléctrica limpia, y por lo tanto es una obligación siempre el construir plantas de generación eléctricas del tipo alternativas que no contaminen el medioambiente, y como el medioambiente es de todos, deben de ser públicas y no generar también riquezas a terceros.
También el debate sobre educación está plagado de falacias, allí encontramos por ejemplo que si la educación es la llave maestra para el desarrollo, entonces como no tenemos desarrollo, requerimos urgentemente educación gratuita para todos. Primero, no sabemos de qué desarrollo hablamos, segundo, no sabemos si la educación es en realidad la llave maestra al desarrollo, simplemente lo asumimos y quizás sea otra falacia más, y tercero, se asume que la gratuidad es la opción verdadera.
En fin, la falacia, aquellos argumentos que se basan en premisas falsas o verdades a medias están hoy en todo tipo de debate y escritos, no sé si este artículo esté también plagado de falacias, pero hay que asumir que al menos es un intento de destapar una cuestión oscura, y la oscuridad nunca es buena, ¿y por no es buena?, bueno, porque todos saben que es mala.
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