lunes, 5 de junio de 2017
Dirigir sociedades que no quieren ser dirigidas
Al igual que ciertos mamíferos he estado rumiando información sobre los conflictos sociales que generamos día a día en Chile y en otras urbes algo más lejanas. A diario vemos piqueteros por aquí, grupos de protestas por allá, tomas, huelgas de hambre, paralizaciones, impugnaciones de legitimidad, violencia contra grupos no mayoritarios, violencia represiva, destrucción y vandalismo por grupos de presión duros, decenas de reclamos masivos de renuncias, violencia policiaca, etc, etc.
Es verdad que en cada conflicto hay razones atendibles, aspectos de justicia no resueltos y hasta una buena actitud de aspirar a la gobernanza y decirles adiós a los corruptos, podríamos incluir cuando lo vemos como vaso medio lleno, que los acontecimientos que ocurren a diario muestran que la ciudadanía está viva y se queja y reclama ante agresiones, abusos, malos tratos y malas administraciones.
¿Pero qué hay de los tiempos para el trabajo, para la productividad y el crecimiento personal, para la convivencia social o simplemente para la paz social?, ¿podemos a aspirar a una paz social duradera, a un convivir sin pensar que hay que voltear a la autoridad como deporte nacional?, ¿ o eso se alejará cada día más?. Me parece sobre estos asuntos que estamos en un tiempo de la historia donde el principio de autoridad esta en retirada, probablemente no sólo en Chile, hay un clara tendencia al nihilismo a nivel mundial y con ello al desgobierno.
Autoridad es sinónimo de poder, por ello siempre gobernaron los más fuertes y en el caso del poder absoluto, se pensaba sumisamente que reyes y emperadores podrían tener un “permiso” celestial para gobernar, hoy esas creencias son insostenibles, junto con ir ganando derechos civiles nos hemos vueltos más y más antropocéntricos.
Sin embargo, tampoco hay que buscar mucho en el panorama actual para visualizar autoridades generadas a partir del caudillo más fuerte, del más cruel, del que hace trampas, del más temido por su capacidad de dominio e incluso se puede ver rutinariamente en sociedades latinoamericanas y en otras más avanzadas, que la autoridad está en manos de la casta más educada y/o más instruida que el resto del pueblo, y por ello también muchas veces más rica.
Pero hoy en la era de la información, podría decirse en simple que por estos lados quien gana la autoridad lo hace a través de una campaña política más un grupo de promesas de gestión, es decir, ya no hay ninguna condición especial rodeando la autoridad a pesar de los esfuerzos protocolares y de propaganda, es más, cualquier figurita que tenga más exposición en los medio tiene mejor chance que otros a ser elegido como autoridad, aunque constatemos con cierto desasosiego que pueden faltar los dos dedos de frente de rigor. http://ayudandoaconstruirchile.blogspot.cl/2015/03/dos-dedos-de-frente-como-minimo.html
Con todo lo anterior, tengo la sensación que hemos llegado a otro punto, un punto en la historia en que muchos no quieren ser gobernados, no se acepta a que otro, un “igual” nos dirija, nos fije normas o diseñe el destino colectivo, así constatamos que el primer rechazo y el más evidente viene del sector político contrario, de ese modo, al menos en las supuestas democracias reales un porcentaje cercano al 50 % no quiere esa autoridad y desea que se vaya, no hay “marcha blanca” real ni veranito de San Juan, al otro día de asumida la pérdida eleccionaria se hacen planes para torpedear duro y ojalá bajo la línea de flotación, de allí que se ha hecho ritual la frase “ soy el o la presidente/a de todos los chilenos, franceses o los que sea.
No queremos ser gobernados por otro “igual” porque entre “los iguales” nos conocemos, sabemos de nuestras fortalezas y debilidades y eso nos hace sospechar de las virtudes de ese personaje que esta allá en el poder, se mira con recelo a quien alcanzó y ostenta la autoridad. Lo ridículo del caso es que muchos quienes aspiran a cargos de autoridad por elección popular buscan por medio de la propaganda hacernos presente que se trata de un “igual”, de alguien que también tiene nuestros problemas, que sufre nuestras frustraciones y entiende nuestros agobios , en algunos casos nos cuentan de sus familias y nos hacen presente su lado humano, así tratan de evitar presentarse como alguien que tiene otra visión, otras cualidades y/o capacidades diferenciadoras, o lo que podría ser mejor, que han alcanzado un mayor expertizaje sobre temas políticos y de gobierno que cualquier otro hijo de vecino, quizás si así lo hicieran, tampoco resultaría porque se transformarían de inmediato en presa del chaqueteo o manejo estratégico de la envidia, esa malévola compañera que cargamos donde vamos.
Es constatable que la autoridad se ha vuelto algo enclenque, quizás para dar paso a la gobernanza que muchos ven como un fin y no como un medio, desde mi óptica veo más y más nihilismo por lo que las sociedades como la nuestra tenderán a desencajarse, a desestructurarse y con ello a bajar su nivel de resultados en todos los ámbitos, por ejemplo en el ámbito económico que es muy sensible y que requiere orden, si esa falta de orden, de guía, se hace más patológica, es evidente que muchos sufrirán las consecuencias del andar de un organismo social que no sabe a dónde va y que es disfuncional, especialmente la pasarán mal los más carenciados por una razón casi natural.
Finalmente queda la incertidumbre, hay una tendencia social a no querer ser gobernados, a no aceptar a nadie que nos rija o nos mande, parece ser algo propio de nuestros tiempos y que probablemente sea irreversible, entonces, más que en gobernantes, mandatarios o mandatarias habrá que pensar en construir más y mejores reglas de convivencia, unas reglas de oro que debería partir por proteger ante todo evento la vida, si no lo hacemos y lo aceptamos en forma unánime estamos todos fritos, y a la cabeza, allí en cumbre como autoridad, postular figuras que nos hayan aportados a todos como emblemas de unidad y de humanidad, de modo que el nihilismo que crece como la mala hierba no nos destruya.
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