sábado, 11 de noviembre de 2017
¿Blanco, negro o turbio?, quizás ninguna de las anteriores.
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A veces, cuando se mira hacia atrás, inevitablemente se levanta un juicio sobre algunas acciones, posturas o decisiones que se tomaron en su momento y que en la distancia que ofrece el tiempo, parecen algo torpes, fuera de tiesto, una suma de tonteras que no volveríamos a hacer, quizás no es un axioma, pero hay evidencia que el paso de los años no hace más reflexivos, más lento para juzgar y también algo más sabios.
Pero otra cosa es estar dentro de la cancha, cuando somos jugadores activos y empoderados y vemos que no tenemos capacidad para vencer al cuadro contrario, porque simplemente es más rápido, tiene mejor delantera y nos mete goles, entonces se levanta el juicio simplista, carente de perspectiva, grosero y acabronado porque nace al interior de una cabeza que alcanza temperaturas peligrosas, resulta muy evidente que cargamos el juicio de lo que vemos y sufrimos con toda la enjundia extremista que nos hemos fabricado, y que transportamos a todos los partidos en que participamos.
Así las cosas, cuando se pone el foco en algunas situaciones cotidianas ocurridas en el entorno, en la ciudad o el país, parece a nuestro juicio temporal que no hay nada bueno, que lo que se está haciendo es evidentemente una sumatoria de errores, que cada acción, ya sea política, económica, social o ambiental capturada con nuestras capacidades , va en la dirección equivocada, o que en ese escenario que se visualiza todo se cae a pedazos, muchos aplauden de pie cuando fulano o fulanita se derrumba en las encuestas. Probablemente ello tenga algún asidero en la realidad, pero hay que tener presente al menos, que el foco de visión que somos capaces de aplicar es sólo sobre un pequeño campo de visión y el resto del contexto es oscuridad total.
Por el contrario, si un golpe de suerte nos llega, si por alguna razón abierta, oculta o decididamente manipulada somos beneficiarios de acciones políticas, económicas o sociales, o quizás la suma de algunas de ellas, el espíritu se levanta, amanece para nosotros, estima nuestro ser que hay buenas vibras allá afuera y quien posibilitó ese rayo de luz en nuestras vidas es parte de nuestras oraciones. No son pocos los que se sienten beneficiarios de un grupo, una comunidad o el país en su conjunto, y entonces ven en su aporreada vida diaria que por alguna razón la llegada de fin de mes de hace más feliz, los pajaritos cantan, y los esfuerzo se tienden a concentrar para que las cosas puedan continuar, mejorar pero con los mismos que nos benefician, seguir en la misma dirección, la dirección correcta.
Tampoco hay que ser ilusos, las visiones en blanco y negro que somos capaces de generar al interior de nuestra compleja masa cerebral también está influida por las ideologías, en mucho nos induce ese ambiente de ideas preconcebidas que nos mantiene cautivos hasta que nuestros seres queridos nos despiden en el cementerio, a no ser que podamos saltar vallas intelectuales y emocionales formidables. En ese juego lo blanco y negro es pan de cada día, desde un rincón se tiende a juzgar en forma severa aquellas acciones de los grupos contrarios, se tiende a ver escenarios corruptos, abusos y un cuánto hay de efectos negativos cuando la otra parte maneja los asuntos, por el contrario, desde nuestro rincón iluminado, se ve como somos buenos y nuestras acciones llegan justo donde se requieren, justo allí donde se nos clama, que bueno que somos.
Sin embargo, lo que preocupa de todo esto, es que si intentamos salir de esa dicotomía de visión, de los rediles del blanco o del negro, o desde el estado de ánimo bajo o alto, o quizás, y con cierta sabiduría del “tonto de capirote” que decía Neruda, desde una visión derrotista a una visión optimista, ambas en exceso, nos trasplantamos a un mundo en que las dos visiones ocurren al mismo tiempo, un mundo turbio, lleno de contradicciones y hasta en cierta medida incomprensible, en la que nubarrones y claridades se suceden en un orden que nuestro recalentados cerebros son incapaces de decodificar, es un hecho que estamos al interior de una olla de cazuela caliente donde nosotros mismos nos hemos introducido.
Siendo algo autista respecto a influencias extrañas, y en posición loto de meditabundo estado alfa, pienso que nuestro país puede leerse siempre desde una dimensión isleña, una característica que nos define como mirándonos el ombligo en forma recurrente, esotérica y generalizada, todo ello para juzgar y juzgar, porque en realidad este frio rincón del mundo es un buen lugar para vivir, un territorio con muchas posibilidades, con unas urbes aún acogedoras para gastarse la vida en el día a día, con ambientes aún de pureza y con mucha gente de buena tela, es por eso que quizás todo lo bueno y malo que vemos, no son más que producto de los lentes que nos ponemos, y de la sincronía con visiones y corrientes interesadas.
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