Este tema me apasiona, la vivienda, específicamente la vivienda social. Chile ha tenido desde muy temprana en su vida republicana un interés especial por dotar de viviendas a su población, un ejemplo de esa preocupación temprana fue la Ley de Habitaciones Obreras de 1906. Sin duda el Estado Chileno ha sido un impulsor notable de programas sociales orientados a entregar viviendas a los sectores de menos recursos de la sociedad, creo que es una actitud virtuosa de quienes a través de la historia han tomado esta tarea y la han llevado adelante, logrando con ello que muchas familias tengan unos espacios a los que puedan llamar “mi casa”.
Durante los últimos veinticinco años, la construcción de viviendas sociales se ha ido incrementando en forma acelerada a través de diversos mecanismos, incentivos y subsidios, buscando como objetivo de fondo acabar con un déficit habitacional que parece incrementarse siempre. En síntesis cada política, estrategia o acción, está orientada a producir con mayor eficiencia y eficacia vivienda que requieren aquellos sectores que no pueden por sus propios medio acceder al mercado inmobiliario privado, de esa manera y como ejemplo, se paso de 22.000 viviendas en 1982 a 142.000 en el año 1997 (Rodríguez Sugranyes 2005), viviendas que se emplazaron en áreas urbanas, preferentemente periféricas y en baja densidad.
Dada la historia que tiene el Estado en materia de dotación de viviendas sociales, podríamos pensar razonablemente que evolucionamos hacia mejores productos y mejores impactos en las ciudades, pero esto no es así, lamentablemente por la información que se dispone se evidencia que involucionamos, tanto en la operatoria de dotar vivienda como en las estrategias, calidad y conceptos involucrados.
El impacto que las viviendas denominadas “sociales”, tienen sobre la superficie total construida de las ciudades chilenas es importante, se trata de una forma de construir ciudad que finalmente viene a definir el perfil de vastas zonas urbanas.
Resulta muy importante para muchas familias de escasos recursos alcanzar una vivienda social de unos 45 m2 en promedio, y podríamos entrar fácilmente en una actitud autocomplaciente viendo los números, y mirando los rostros felices de quienes reciben su vivienda de la autoridad competente de turno, pero con el tiempo han venido surgiendo criticas, críticas tanto al modelo de viviendas, como al modelo urbano, y que han venido de diversos sectores, entre ellos de investigadores de centros autónomos tipo ONG´s , como de centros universitarios como el caso del INVI de la Universidad de Chile, y aún, de estudios del propio Estado, los cuales han puesto en evidencia entre otros aspectos, la precariedad de la vivienda, su mala calidad y baja superficie, pero sobre todo han puesto al descubierto la estructura socio-urbana que genera. El diagnóstico ha evidenciado que los impactos socio-culturales se complejizan a partir de la segregación espacial como resultado obvio de aglomerar en extensas zonas periféricas toda la oferta de este tipo de viviendas.
A partir de la segregación espacial que ocurre por emplazamientos en la periferia de las ciudades o en áreas urbanas con altos niveles de deterioro, y donde el suelo urbano es de menor costo, vienen a sucederse eventos que podríamos entender como una secuencia de eslabones más o menos como lo siguiente: La segregación como punto inicial, la guetización por la generación espontáneas de límites desde el exterior , la estigmatización por la identidad asociada y finalmente la discriminación de las personas de esos contextos.
A mi juicio este es un problema serio, tan serio es que mucho de los actuales y futuros problemas que afectan a la sociedad chilena en su conjunto, se ven violentados por el sentimiento de estigmatización y discriminación, en ese medio ambiente puede darse el caso que estar generando sin saberlo, un caldo de cultivo para que operen agentes siniestros de destrucción de la juventud vulnerable como el narcotráfico. Mirar entonces con detención el problema de la vivienda social, leer los muchos indicadores y trabajos de expertos en el tema, lleva a concluir que el mal manejo de la solución habitacional, ha dado las condiciones ambientales básicas para la generación de no uno, sino de varios azotes a las familias que viven en esos contextos.
Una primera pregunta que podría quedar sin respuesta es : ¿qué seriedad tienen las estrategias y bases teóricas con que se construye una política de vivienda social en el contexto actual del país? , en mi apreciación, estas políticas son inexistentes, no encuentros más que el resultado operativo de ciertas lógicas económicas, es decir, la vivienda resultante es un subproducto natural de disponibilidades presupuestarias versus demanda tabulada. Con esto se puede demostrar que en realidad no se construye una vivienda, se construye un contenedor donde acomodar la vida, la diferencia radica entre muchos otros alcances , que es imposible lograr arraigo o identidad en un contenedor.
Una segunda pregunta que sugiere el hecho de no ser un país con recursos suficientes para abordar este problema con soltura es ¿podemos seguir construyendo viviendas a partir de sistemas artesanales?, Los costos que se asumen por construcciones basados en sistemas artesanales tradicionales, a mi juicio son tan altos, que disminuyen notablemente las posibilidades de aumentar superficies en las viviendas y atrasan sus entregas.
Otra pregunta compleja es ¿podemos seguir construyendo en baja densidad?, el gasto de suelo urbano y la calidad del producto que se ha conseguido, amén de las extensiones en redes y vialidad hacen pensar que el camino seguido en la década del ochenta, no es recomendable en absoluto. Por otra parte, cuando se ha manejado la densidad media, ¿obedece esta a estudios reales del vivir en comunidad? ¿ se ha alcanzado algún progreso en esto?
Solución de vivienda social con muy bajo presupuesto que realicé para un municipio.
Siento que el marco de preguntas puede ser muy extenso, pero una última podría ser ¿es correcta la decisión de entregar viviendas gratuitas?, en el contexto de un país de recursos limitados, y demandas crecientes ¿ no genera esto una dependencia?, no fomenta esta actitud el Estado terreno fértil para el engaño y la ambición?. Me parece que romper con una tradición más que centenaria que cada chileno pague, aunque sea una mínima parte del costo de su vivienda, no es bueno, pagar, sentir que está adquiriendo un bien por muy bajo que sea su costo, hace sentir a las personas más empoderado, más exigentes y más responsable de su bien.
Mi reflexión no apunta puramente a la crítica y en concordancia con la filosofía de este blog, creo que hay algunas ideas que pueden plantearse conociendo el diagnóstico.
1.- Probablemente un primer error a enmendar sería no contar con un Instituto multidisciplinario de carácter estatal que estudie en profundidad soluciones vinculantes de viviendas, es decir, que se llegue a modelos referentes para la construcción de viviendas, y que analice entre otros, no sólo los problemas tecnológicos involucrados, sino que también los problemas sicológicos, sociológicos y sea capaz de monitorear lo que ocurre con las intervenciones, y eventualmente, y porque no, recomendar la demolición, a veces es mejor volver a empezar.
2.- Pienso que sería bueno plantear una política de reciclaje y recuperación contextual de las viviendas enfermas, de los barrios enfermos, de las aéreas urbanas enfermas. Se requiere una revolución en este sentido, trabajar con los pobladores. Planteo al menos tres intervenciones muy radicales:
a.- Reformulación del modelo, para quienes lo deseen en forma voluntaria, aglutinar en densidad media, con nuevos estándares y superficies las viviendas mal construidas y deterioradas de baja densidad, y ocupar los espacios residuales resultantes en equipamientos para esa comunidad, locales comerciales, equipamientos deportivos infraestructuras de uso social, espacio públicos.
b.- La vivienda definitiva en realidad no existe, las familias emigran a otros niveles sociales, disminuyen sus integrantes, cambian las condiciones laborales, en tal sentido debería haber siempre la posibilidad de acoger en nuevos conjuntos, la migración a mejores estándares, esta opción debería estar en forma permanente.
c.-Planificar y concordar mediante la participación, el manejo de la imagen de los conjunto, generando normas locales de ampliación, jardines, rejas, colores y usos alternativos, de modo de ir mejorando en forma armónica los conjuntos para que estos no entren en una curva de deterioro irreversible como ocurre hoy.
3.- La vivienda social no debe ser un “ artefacto para vivir”, en este sentido han aparecido soluciones de viviendas que buscan con los mismos recursos mayores superficies, mejores agrupamientos y posibilidades de ampliación , todo en complicadas ecuaciones morfológicas y espaciales, que desde la óptica de algunos especialistas en la que me incluyo está bien, pero visto desde la perspectiva de los usuarios y de la gente común, en realidad son artefactos para vivir, ellos no vienen a llenar la imagen de vivienda que las personas tienen, este es un viejo conflicto entre lo que piensan las elites intelectuales y la gente común. Me parece que seguir por ese camino, conducirá a una afiebrada apuesta por generar más y más artefactos extraños donde vivir, creo que hay que explorar en cambio, la industrialización y el aumento de recursos.
4.- La mancha que aparece invertebrada en las ciudades a escalas sobre 1 : 1000 y que está compuesta por miles de viviendas sociales, tanto por la intervención pública como también la intervención privada, necesita vertebras, espacios, equipamientos y lo que podríamos llamar “lugares”, esto permitiría entender que al ejecutar vivienda social, no sólo se está mirando la vivienda como un nicho seriado tipo cementerio donde acomodar en este caso la vida, si no que se está construyendo ciudad, es decir vivienda y espacios públicos con identidad y calidad.
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