Si hay algo que destaca del paisaje urbano en las ciudades chilenas, especialmente en los sectores más populares son las rejas. Las rejas son omnipresentes, están en todos lados, en cada vivienda, en cada local comercial, en cada sitio.
Vivimos en un país enrejado, un país que siente miedo a la delincuencia que parece crecer más y más cada día. La reja es la barrera de seguridad que han construido los chilenos para separarse de la inseguridad cotidiana, pero a veces el costo por esta tipo de seguridad es alto, no son pocas las personas que han muerto en forma trágica intentando escapar de casas en llamas y quedado atrapadas por las propias rejas de sus ventanas.
Las rejas son un barómetro de la alarmante situación de delincuencia en nuestro país, las rejas son señales denigrantes que muestra la forma en que convivimos. El chileno promedio vive encarcelado en su casa durante su vida, y no solo le esperan las rejas en sus viviendas, también en sus lugares de trabajos, en las escuelas, en el comercio, en todo lados.
Fotografia tomada del sitio www.quepasa.cl
La delincuencia en Chile crece, cada año tenemos más personas en la delincuencia, un indicador de esto es la relación de la población penal, que para el año 2010 es de 340 reos por cada 100.000 habitantes, un indicador patético y que viene creciendo con fuerza, el año 2007 la cifra era de 240 por cada 100.000 habitantes, se trata de un indicador que nos sitúa en el ranking mundial, un record de vergüenza, la misma que nos llega cuando escuchamos que exportamos delincuentes a otros países como España.
¿ qué hacer?, algunos expertos aconsejan aumentar el control policial, imponer la tolerancia cero, construir lo que en otros lugares se llama la barrera azul, en alusión al uniforme de la policía, otros expertos aconsejan preocuparse por los problemas sociales, especialmente de la extrema pobreza donde se radica en gran parte la cantera de la delincuencia, otros están por aumentar las penas y terminar con la puerta giratoria, en alusión a las bajas penas del código penal chileno, el que a primera vista aparece muy garantista, porque es cierto, hay mucha gente en las cárceles, pero están allí por un corto tiempo.
Algo anda muy mal en Chile, lo demostró la actitud de cientos de personas durante el terremoto de febrero del 2010, mucha gente “normal” salió enloquecida a saquear locales comerciales y robar cuanto pudo en un lapsus de efervescencia colectiva. Es mentalmente insano pensar que todos eran delincuentes, pero se entra en algún nivel de insania mental si se piensa que se trata de la misma población donde debe residir la contención a este azote.
Lo primero que hay que decir, es que este no es un problema nuevo, la delincuencia en nuestro país es muy antigua, probablemente desde antes del nacimiento de Chile como país independiente, la historia muestra que durante cierto periodo de tiempo, habían extensas áreas, hoy regiones donde no había ley, donde el pillaje y el crimen era parte de la vida y el sufrimiento diario, por lo tanto se trata de un problema que tiene una componente cultural antigua e importante.
Una segunda idea que se puede plantear es el eufemismo, especialmente con el robo, la práctica más recurrente de la delincuencia nacional, el robo no tiene en nuestro país un castigo social fuerte, es más, personas que no se consideran delincuentes ayudan a mantener la maquinaria de la delincuencia aceitada y funcionando al comprar las “movidas” de otro, de este hecho, y la idea que muchas familias manejan acerca del “choreo”, no como un acto de delincuencia sino como una viveza, se puede concluir que la falta de castigo social tiene su base en una tradición atávica pero cultural, respecto a ese tipo de actos, bueno sería volver a llamar al pan pan y al vino vino.
Una tercera idea que hay que dejar en claro, es el sentimiento tipo Robín Hood que se hace presente en parte de la sociedad, es decir robar a la gente rica no es robo, es un acto de justicia y por lo tanto se trata de la mantención de equilibrios naturales, esto deriva de una visión de mundo en blanco y negro, los ricos son los malos y nosotros los buenos, me parece que esta idea tiene su base en una visión religiosa tergiversada y fomentada por ciertos sectores políticos, los que también ven el mundo así.
Una cuarta idea sobre este tema es nuestro sistema penal. La cárcel parece ser la continuidad de la vida en libertad, la cárcel es el lugar de “reunión” de amigos, donde se cocina lo que se quiera o lo que se tenga, donde se vive con quien quiera, donde se hace lo que se quiera, e incluso se trata de un lugar seguro desde donde se puede seguir delinquiendo, como es el caso de las llamadas de ciertos “ejecutivos” solicitando las claves bancarias o informando de supuestos accidentes.
La cárcel no es un lugar de temer, tampoco lo es la pérdida de derechos, el encierro finalmente no es un desincentivo porque en la cuenta final se puede pasar por ahí muchas veces en la vida “útil” (del delincuente), así no se requiere pagar ni reparar daños de ninguna otra forma, entonces la ecuación costos beneficios es muy clara. Parece aconsejable sobre este punto revisar en profundidad el actual sistema penitenciario chileno, pero siguiendo esta lógica, a poco andar se llega a la conclusión que hay que revisarlo todo.
Una quinta idea viene de un cuestionamiento a la institucionalidad, ¿qué es lo que realmente sucede detrás del estrado del magistrado? , o de los jóvenes magistrados que vemos hoy, ¿tienen los jueces en Chile la competencia de reflexionar y aplicar criterio al imponer la ley?, si esto no ocurre, si no hay margen para el criterio y la reflexión del juez ( pensando en él o ella como un ciudadano intachable, reflexivo y de experiencia sobre cuestiones de la vida), como al parecer ocurre, estamos frentes a una situación kafkiana , consideraríamos tener súper-leyes hechas por súper-legisladores en las cuales estuviera todo tipificado, y en segundo lugar para completar el cuadro, tendríamos jueces robots, si se da crédito a las declaraciones de los actores del sistema ambos situaciones son posibles de ser ciertas, lo que es al menos penumbroso.
En materia de soluciones, me parece que en nuestra generación hay muy poco que hacer, pero si mucho por el futuro. En principio pienso que las ayudas sociales son necesarias, de modo que quien delinque por hambre o necesidad no lo haga, pero los hechos demuestran que estamos frente a la profesionalización de la delincuencia.
Me parece que nuestro código penal debe ser revisado, y con ello reflexionar profundamente que significa estar privado de libertad en nuestra contemporaneidad , ¿qué es la libertad en forma operativa y que significa perderla?, ¿es algo más que restringir la circulación?, de paso creo que las fuerzas policiacas hacen su trabajo, son profesionales, no están corruptos, son disciplinados y tienen la confianza de la sociedad, sin embargo aumentarles el sueldo, entregarles mayor preparación, y sobre todo otorgarles mayor protección legal no estaría demás.
Finalmente pienso que la solución está en los jardines infantiles, en el parvulario y en la enseñanza básica, son los nuevos chilenos los que pueden adquirir nuevos hábitos, aprender a respetar al resto, conocer el valor de la honradez, intentar eliminar en ellos la relatividad y el eufemismo que ocultan la delincuencia ante nuestra racionalidad, con ello, probablemente en un futuro cercano estaríamos vendiendo toneladas de rejas para reciclar el acero, pienso que sería un buen negocio.
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