Recuerdo cuando era estudiante universitario, viajaba desde el sur a estudiar a Concepción, subía a medianoche al tren japonés y me bajaba en la estación de Laja de madrugada, a veces lloviendo atravesaba un puente , y esperaba hasta las siete de la mañana en San Rosendo el próximo tren que procedía de Santiago rumbo a Concepción.
A veces también me iba en tren, una antigua máquina a vapor salía desde Concepción a las ocho de la mañana y llegaba a mi destino cerca de las nueve de la noche, muy cansado, con un día entero de viaje sentado mirando los interminables paisajes del sur, aguantando el olor a pollo cocido que consumía mi vecina y que detesto, pero con un pasaje rebajado gentileza del gobierno de Chile, a quién aún agradezco.
Al revés, dentro de los recuerdos desagradables tengo guardado un viaje que realizamos con mi familia al extremo norte en auto, de día el viaje era complejo por cuanto sólo hay una vía bidireccional, pero de noche el viaje se volvía una verdadera película de terror, cientos de camiones amenazaban con triturarnos, adelantando como locos y a velocidades increíbles, una verdadera selva. Ahora en la distancia me pregunto ¿ por qué no ocurren más accidentes si esas noches infernales se repiten cada día?.
El camión es un tipo de vehículo que no despierta mis simpatías, sin embargo es un ganador absoluto, es el rey del transporte en Chile con unas 140.000 ( 2007) unidades cargadas y circulando días y noche, las ciudades dependen de los camiones para sus suministros básicos a modo de una conexión de vida que no se puede romper, recuerdo el terremoto del 2010 y su ambiente de carencias de alimentos, bencinas y otros suministros, allí el camión era un superhéroe tan necesario como el aire.
Otro recuerdo que me viene a la memoria son mis horas mirando en silencio al pintor valdiviano Ricardo Anwandter pintando a orillas del rio Calle- Calle en Valdivia, un maestro, mientras algunos metros más allá el vapor Collico a modo de una locomotora arrastraba lanchones cargados de madera , algo mágico, una danza en el rio.
Ese vinculo con mi pasado a veces me hace soñar, ...” sueño con serpientes” canta Silvio Rodriguez en su prosa cubana, yo en cambio sueño viajando al norte en tren, hasta Arica y luego al sur-sur, hasta donde termina Chile , sueño que el tren le gana al camión transportando gentes y mercaderías, sueño mirar las ciudades y los campos a través de la ventana generosa del tren, pero de un tren actual, no tengo sueños con máquinas a vapor, tengo sueños con trenes actuales, rápidos limpios y silenciosos.
Pero también sueño con barcos, con vapores y lanchones, con olas y puertos, sueño salir de Talcahuano rumbo a Valparaíso y llegar lejos, tan lejos como las otras orillas extrañas, distantes, llenar mis ojos de mar.
Entonces vuelvo a la realidad, no hay trenes ni barcos en el horizonte, hay camiones y más camiones, ruido, polución y tráfico, el tren japonés se ha muerto en algún punto de su viaje, el barco sencillamente nunca llegó. Chile, el país de los eternos viajeros entre el sur y norte se ha estancado, y creo que la razón es que se cansó de esperar el tren y el barco.
La rebeldía a veces tiene formas insospechadas y la mía va por aquí, ¿qué maligna influencia no nos ha permitido tener los mejores y más veloces trenes de sur a norte y de norte a sur ?, no tengo encuestas pero parece que hay un país que lo pide a gritos, ¿qué ha pasado con las buenas intenciones de tanto políticos?, o será esto uno más de los disparates de mi cabeza.
Cualquier extranjero que mire nuestro largo país en Google podría suponer que el sistema de trenes en Chile es fantástico, de hecho, recuerdo haber visto una propaganda de algún vino de exportación, en la cual se muestra el imponente paisaje austral desde un tren que hipotéticamente viaja por la Patagonia chilena, bonito, pero ficticio.
Foto sitio http://farm3.static.flickr.com.
El tren en Chile tiene un pasado que a mi juicio se puede recuperar, se puede volver a construir a pesar del evidente estado de olvido y abandono, creo que el país lo espera y entre otros beneficios podría transformarse en un potente motor a favor de la descentralización.
Parece que poco a poco vamos perdiendo la memoria del tren, a veces me pasa, el tren al sur es un pálido recuerdo que a veces de desvanece en los vericuetos de mi juventud, pero esta amnesia no es comparable a otros casos, jóvenes chilenos que ni siquiera sospechan lo que significa viajar en tren, el tren se hizo un vehículo demasiado exótico en unos pocos años.
Pienso que parte del problema está en la cortadura de la cinta, los gobiernos se han hecho muy cortos para enfrentar desafíos de este tipo, en cuatro años nadie quiere iniciar empresas que terminaran otros, y claro, para abordar esta empresa se requiere visión de estadista, recursos y convicción, además de una buena cuota de cariño por su país.
Por otro lado, ahora llenando mi mente de mar , el mismo mar que día a día recibe las aguas del Calle y Calle me pregunto, ¿porqué no somos un país de marineros?. Alguna vez leí una historia sobre esto y dice que quienes fundaron este país eran gente de tierra adentro, del centro de la península, más ligados a las siembras y los caseríos interiores que a la costa, eso parece ser así, el mar no es para nosotros un elemento vinculante entre el norte y el sur, es más bien un paisaje desde las colinas.
El cabotaje podría ser una buena opción, pero no veo que la empresa privada lo vaya a hacer al menos no en el mediano plazo, a esta opción de transporte hay que darle nacimiento, criar al bebe y luego tal vez cuando crezca y se haga mayor, cambiar el papa. Creo que el Estado tiene un rol con lo civil, con el cabotaje entre los diversos puntos de este Chile costero, porque al final, en una síntesis de todo lo que somos, somos una gigantesca costa.
La armada hace lo suyo, llega a lugares lejanos y solitarios y conecta personas y cargas, pero me parece que ese sea su rol, se requiere otro tipo de redes para el transporte marítimo, otra forma de organizarnos frente a este mar, dialogar con él, hacernos sentir que más que portador de tsunamis, es una bendición.
Trenes camiones y barcos, una triada de actores que podrían convivir en armonía, pero creo que faltan sueños, sueños que permitan diseñar un futuro diferente y quizás cristalizar utopías de barcos y trenes.
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