lunes, 24 de septiembre de 2012

VIVIR EN LA “ ENVIDIOPOLIS”






Hace ya algún tiempo escuché a un conocido abogado de la octava región la expresión “La Envidiopolis Penquista”, y claro la palabra llamó mi atención siendo yo un conocedor de los tipos de polis, esta no estaba en mis registros.

Es posible que la “Envidiopolis” como contexto social-urbano la entienda un extranjero cuando se centran los sentidos en ciertas actitudes de parte de sus habitantes, es difícil saber su número o su densidad urbana, pero atendiendo algunas expresiones nacionales como el “chaqueteo”, deben ser bastantes.

Esta peculiar polis tiene un color característico, el verde, el conocido color de la envidia y eso significa la presencia masiva de envidiosos. En algunas reuniones sociales, de amigos, de gente que se junta a conversar o a “pelar” en la terminología más parroquiana, se pueden observar todos los colores del verde, desde unos intensos y concentrados, hasta el más ligero verde nilo algo ya desteñido o más corrido hacia el amarillo.

Es bastante certera la apreciación del abogado sobre la característica humana más incidente en estas polis nacionales, el estimaba que ese era su medio, el contexto urbano donde diariamente se movía, lo comprendo porque yo también vivo y soy afectado por ese ambiente. Al igual que mis conciudadanos el verde a veces me rodea y en ocasiones me detecto yo mismo cierto verdor en las venas que trato de ocultar rápidamente.

No sé porque habremos evolucionado, involucionado o probablemente concentrado en las polis de este país, transformándolas, la hemos teñido de verde, quizás porque estamos en una etapa inmadura del desarrollo, es decir verde, es una buena explicación mirando el estadio de subdesarrollo en que nos encontramos, otros quizás piensen que es un asunto hereditario y probablemente podríamos ser víctimas de nuestro propio ADN. Yo me inclino a pensar que es el resultado de nuestra tendencia ancestral de nivelar hacia abajo, si así fuera, algo se puede hacer.
Sin escabullir el bulto y sólo para darnos un marco de referencia, la evidencia muestra que la envidia es un sentimiento de registro bastante antiguo y probablemente se pierda en la noche de los tiempos, ya Ovidio, el poeta romano en su obra “el arte de amar” decía “la envidia hace parecer más abundante las mieses de los campos ajenos, y más rico en leche el rebaño vecino”.

En otros contextos que suponemos más avanzados este verde sentimiento es referente para mostrar fortalezas, en un reciente discurso un candidato a la presidencia norteamericana lanzaba el slogan, “ Nosotros nos alegramos con el éxito de los otros..”, quizás como buen político intentaba mostrar una cara diferente a la que realmente se tiene, total, aunque el estomago le revuelva cualquiera puede decir que se alegra por los éxitos de otros, y también, por supuesto eso puede ser cierto en esas sociedades, porque al final admirar y aplaudir el éxito ajeno está entre los mejores valores sociales que se pueden exhibir con un alto orgullo, y algunos dicen que también lo encontramos en lo más profundo de la gente bien nacida.
No es buena cosa esto de vivir en la “Envidiopolis” y quizás hayan paliativos para calmar este complicado sentimiento, a mi me parece que se puede insertar algo de paz interior, altruismo, afecto, solidaridad u otro medicamento en cierta etapa temprana de nuestra formación.

Al igual que en otras muchas terapias sociales, el tratamiento debería administrarse con la leche materna o con las canciones de cuna, pero también parece ser cierto que con los juegos inocentes de los jardines infantiles se puede ir despigmentando el verde, así, una mejoría podría venir a partir de los párvulos en la más temprana formación de los futuros chilenos, pienso que un programa en esa dirección sería plata bien gastada.

Quizás sería bueno también, aunque parezca forzado y hasta superfluo, enseñar en todos los niveles a aplaudir los éxitos de los otros, me refiero a los éxitos reales, no aquellos fabricados forzando las reglas y haciendo trampa, pero eso es otro tema, esto tal vez pueda prender en personas sanas como brotes nuevos, como una nueva especie. Si logramos esto podríamos soñar en una sociedad donde la meritocracia se asiente bien, y quizás, sólo quizás porque en estas materias nunca se sabe, seamos algo más felices.