jueves, 14 de noviembre de 2013

RECONSTRUCCIÓN



Tsunami en Sumatra, nosotros la sacamos barata por esta vez


El territorio chileno es uno de los lugares más sísmicos de la tierra, eso lo sabe cada chileno desde una temprana edad, y probablemente durante el lapso de su vida se enfrentará a un gran sismo. Que se nos mueva la tierra es parte de nuestra de nuestra realidad e identidad.

Los terremotos y tsunamis son siempre agentes de destrucción, dolor y muerte, y como hemos constatado en el último terremoto ocurrido el año 2010, tiempo para el pillaje y ciertas conductas colectivas ocultas que allí, liberadas, muestran su lado más salvaje.

Luego viene el tiempo de la calma, el tiempo en que se secan las lágrimas y se planifica la reconstrucción, entonces la reconstrucción es tan familiar como el terremoto mismo, es parte del proceso y lleva consigo la esperanza y los deseos de futuro, los sueños y también la rabia de la perdida anterior que a veces hace pensar en lo inútil de hacerlo todo de nuevo cada cierto tiempo, al final, un futuro no tan incierto, porque sabemos con una grado alto de certezas que nuevamente se moverá la tierra y se sulfurara el mar.

La reconstrucción es una tarea compleja y pareciera ser que cada vez será más compleja, ya no encontramos un ambiente de comprensión, resiliencia o de verdadera ayuda, algo ha cambiado en estos años, quizás el orgullo muy inflado del nuevo chileno, quizás cierta cultura del corto plazo, probablemente nuestra tendencia a buscar chivos expiatorios y hasta cierto grado, la soberbia de cierta casta tecnócrata.

Para una persona normal, perder todo por un desastre natural quizás lo lleve a meditar lo frágil que resulta la vida y lo efímero de las posesiones materiales. Una persona con una mente práctica, quizás diga el día después – “hay que aprender a vivir con esto”. Hasta aquí nada anormal, ¿pero qué es lo que vemos en esto tiempos?, lo que vemos es feo, vemos que se ha levantado “el derecho a la reconstrucción”, una suerte de privilegio que resulta en un seguro colectivo para volver a tener lo que se ha perdido, el principal garante de todo, el estado, es decir todos nosotros, por ahora el cobre, más adelante, Dios dirá.

Vemos recorriendo el país una nueva idea, el “marketing de la reconstrucción”, una idea que significa llevar a producto vendible la desgracia y fomentar la creación de un conjunto de indicadores, su promoción, intercambio y distribución. Para cualquiera con dos dedos de frente, le parecería que con esos datos no se debe lucrar de ninguna forma.

Agreguemos a esa visión una sensación colectiva, una extraña sensación de seguridad posterior, basada en la estadística, total cada cincuenta años nos viene la movida y eso es mucho tiempo, así, muchos edificios literalmente quebrados en sus superestructuras fueron “reconstruidos” a base de pasta muro, papel decomural y pintura, nadie por cierto ha verificado nada, nos veremos en el próximo.

Sin embargo hay algo más siniestro en estas prácticas, una serie de inventos nuevos basados en medidas “técnicas”, dos ejemplos que me parecen extraordinarios, uno de ellos es el llamado bosque de mitigación, que al parecer viene de experiencias japonesas, bastante fallidas, y que borraron nuestro recuerdo de la isla Orrego en Constitución, y el otro, las vivienda anti-tsunami, ¿anti-tsunami? ¿qué es esto?, ¿ a quién se le ocurrió?, de todo lo que he visto esto es lo más freak, quizás alguien podrá decir, bueno, la gente no quiso salir de su lugar de vida, hay que buscar alternativas...si, bien, pero ¿ no habrá algo más inteligente?, ¿ alguien sabrá lo que es un tsunami?.

El bosque de anti- tsunami será probablemente una plantación de pinos, probablemente aromos y quizás ciprés, a excepción de este último, árboles de poca raíz, por lo tanto ante la embestida de las descomunales fuerzas marinas nuestros conocidos pinos radiata serán como una línea de palos de fósforos en la costa, además generarán un detrás, algo así como 30 metros detrás, ya no se podrá ver el océano en su furia loca, es decir pondremos un telón para ocultar el acto, además agregaremos elementos a la fiesta, ya no serán sólo los botes pesqueros, containers y otros elementos flotantes los que arrasarán la costa, debemos agregar árboles, si estamos ahí, estaremos fritos.

El arsenal incluye las viviendas anti-tsunami, un ingenio digno de revista. Visitando Dichato, una de las localidades más afectadas por el pasado tsunami, las encontré en el borde reconstruido, son palafitos, un piso libre sin aparente uso y de ¡acero galvanizado!, es decir, una materialidad que requerirá una alta mantención por parte de sus moradores que seguro conocen que significa el aire salino, ( ¿habrá que recordar la triste historia de los edificios de acero del SERVIU en Michaihue, San Pedro de la Paz?) , no hay que ser muy inteligente para suponer que ante la fuerza del tsunami nada tienen que hacer esos refugios por lo liviano de sus estructuras, literalmente volarán, una genialidad.

Me parece que hay en la desesperación de mostrar resultados por una parte, la despótica presión de grupos políticos por otra, y finalmente la poca cooperación del habitante costero quién no entiende el riesgo que corre, una complicidad, un juego de ruleta rusa, porque entre todos hemos optado por esconder la cabeza en la arena, esperando confiados que pase el peligro.

La reconstrucción es hoy una formidable herramienta política, el speech político ya lo tiene considerado en su estructura, y se escucha de lo más sugerente, hay un verdadero pontificado sobre esta tarea, pero hay que ser realista, hemos destruido muy inconscientemente defensas costeras naturales, en algunos casos como en la costa de la octava región, las dunas, hoy poblaciones, hemos actuado irresponsablemente en los poblamientos, y no tenemos la fuerza para regular las actividades costeras, entonces no me parece que sea una mala cosa que los políticos festinen con el tema, al fin y al cabo, como decía Herbert Spencer, “Nuestras vidas son abreviadas universalmente por la ignorancia”.

sábado, 10 de agosto de 2013

CENTRALISMO ¿PODEMOS HACER ALGO?



Hace unos días estuve por un cortísimo tiempo en Santiago, aproveché de recorrer lugares que hacía tiempo no visitaba, ello ocurrió en el poco tiempo que me quedó después de cumplir un plan de actividades en marco de unas investigaciones urbanas. Santiago me sorprende una vez más, cada vez que viajo a la capital de Chile quedo sorprendido por la actividad, la dinámica y los avances en materia de infraestructura y desarrollo inmobiliario. El paisaje urbano y en esa atmósfera cosmopolita que está logrando, es para un provinciano como yo una feria de las vanidades y de las ofertas de todo tipo, entretención, cultura, gastronomía, etc.

Cuando se vuelve a la ciudad de origen, Concepción en este caso, una ciudad intermedia con ciertas características de conglomerado metropolitano, es fácil darse cuenta que el músculo que mueve a la ciudad está flácido y los motores que generan la energía están trabajando a media marcha , y quizás varios de ellos simplemente apagados.

Según la historia, la ciudad de Concepción entendió el rol centralista de Santiago y el peligro que eso llevaba desde muy temprano en su vida republicana. La historia muestra que son las elites las que podrían haber equilibrado la balanza del desarrollo hacia el norte, el centro o el centro sur del país, pero luego de la revolución de 1851 y la batalla de Loncomilla, además de la derrota de las fuerzas del norte ( La Serena) la suerte quedó echada para gran parte del país, las ciudad de Concepción saco quizás la peor parte, muchas familias de la clase dirigente y cierta elite emprendedora decidió emigrar a Santiago y así, esa ciudad se convirtió en el motor del país, el centro de toda actividad en la vida nacional.

El centralismo que vivimos hoy lo condiciona todo, las decisiones en todos los ámbitos, la política, las decisiones empresariales, las del ámbito cultural, los acuerdos sociales, etc. Santiago es también un imán para mucha gente joven y paradojalmente también para quienes viven el otoño de sus vidas por la gran oferta médica de alta especialización residente. Para quien desea iniciar un emprendimiento que requiera mercado, para quienes deseen servicios especiales, para quienes tengan intenciones de educarse en las más prestigiosas universidades del país, en fin, para todo, Santiago tiene fichas para ganar el juego.

Los más afectados son sin duda quienes tienen la capacidad de darse cuenta de la situación, porque no todos la tienen, algunos de los que se dan cuenta del hecho lloran sobre la leche derramada, otros con intereses más políticos y quizás con visiones más estratégicas se esfuerzan por denunciar, por hacer presente el tema, por poner en evidencia las tremendas injusticias y carencias que trae el centralismo, sin embargo, los datos duros muestran que esto no va a cambiar, Santiago en el caso de Chile es un agujero negro que lo absorbe y seguirá absorbiéndolo todo, capital, recursos, talento, juventud, población, ideas.

El diagnóstico lo tenemos claro, el centralismo es una mala cosa, nos ahoga a menos que nos vayamos al centro de toda la actividad, a menos que nos sumemos al magma y nos fundamos allí, así tocaremos parte de los beneficios, pero también parte de sus incomodidades, problemas y un cuánto hay de las miserias humanas.

El problema es muy viejo, quizás desde el nacimiento de las ciudades por allá por el año 5.500 AC, con Catal Huyuk en Turquía, habrán siempre ciudades más poderosas que otras donde se concentrará todo, antes Babilonia y Tebas, luego Roma, hoy Nueva York, quizás mañana Beijín, la historia nos dicen que esto es así, cada urbe en su escala tiende a concentrarlo todo, eso no significa por supuesto que en un país no puedan al menos haber unos tres o cuatro grande focos de desarrollo urbano importantes y equilibrados, eso daría mayor equilibrio al país, más oportunidades, menor injusticia. Un buen ejemplo podría ser Alemania.

Mi propuesta viene desde mi formación y dice relación con la generación de grupo de interés o grupos estratégicos, estos son grupos de personas fuertemente involucrados con una pasión, unas ideas, unos intereses, un gusto o unas preocupaciones, en consecuencia se organizan y realizan acciones por conseguir esos intereses como objetivos de su existencia. Si les gusta la cultura, procurarán traer cultura y que esta se asiente al menos por unos momentos allí donde se requiere, si el gusto es por las ferias de cualquier tipo harán lo mismo, si el problema es alta especialización médica, harán igual, si el gusto es por los parques y grandes espacios públicos ese será el objetivo de su existencia. La idea es que no podemos traerlo todo, pero al menos es posible realizar un esfuerzo constante por tener algo en casa, y así, quizás alguna de esos objetivos logre sostenerse en la ciudad, alguna buena cosa de esas que se traerán con mucho esfuerzo hará de esta ciudad su hogar para disfrute de todos.

La denuncia contra el centralismo tampoco puede detenerse, hay que evidenciarlo, ponerlo en relieve y en los oídos de quienes tienen que tomar decisiones, sean estas del ámbito público o privado, no está nunca demás realizar acciones para que se escuchen las regiones, que se escuche al resto de los compatriotas que pelan el ajo por construir país, el problema moral de fondo es que en Chile hay ciudadanos de primera y segunda clase, gente con acceso a bienes y servicios y gente que no, pero además viendo el problema desde Concepción, una área metropolitana importante, quizás también tengamos en el país ciudadanos de tercera clase.

martes, 9 de julio de 2013

¿QUIEN TE SANCIONARÁ?





Hace algunos días una estimada colega me sancionó verbalmente por llegar atrasado a una reunión, dije ¡caramba!, ¿yo atrasado?, si yo soy el sujeto que le ha tocado cientos de veces esperar sentado en una sala vacía por una reunión que supuestamente se realizaría a esa hora, me considero un tipo responsable, pero este caso me hizo mirar al techo y reflexionar, ¡ alguien te sanciona!, aunque fuera sólo una cuestión de amistad.

Mi visión sin embargo es que la sanción esta en retirada, en todos lados, en todos los niveles, en todas las actitudes ya no se sanciona a quien infringe las reglas, traspasa los límites, no cumple o comete delito, definitivamente la sanción es vista como algo indeseable, se visualiza probablemente como una costumbre violenta de los antiguos que hoy sólo atrasa nuestro caminar a mejores estadios de desarrollo y relaciones personales.

La profusa difusión de una noticia policial de hace unas semanas, permitió conocer la pena aplicada por un tribunal “ de la república” a un jugador de futbol muy conocido, quién manejando con varias copas en el cuerpo y a velocidades superiores a la del sonido, atropelló y dio muerte a una joven mujer, la cual al parecer, también estaba bajo los efectos del alcohol, como se dice entre nosotros,“ no le salió ni por chicha”, para referirse a un tipo de sanción de papel, de juguete y muy en boga, te vas para tu casa y hacemos como que te sancionamos, en lenguaje futbolero, se hace “una finta”.

En el contexto de ese accidente provocado por una evidente irresponsabilidad, escuchaba en la misma semana a un regordete abogado de hablar lento, exculpando al hechor, recurriendo a una suerte de entramado verbal que al seguirlo en todo su desarrollo probablemente me hubiese dejado con el cerebro convertido en “puré”, se trataba de lo que en otros tiempos se llamaba “justificar lo injustificable”, ese tipo de verborrea constituye muchas veces la gran barrera que separa la sanción de quien la merece.

Hay tantas faltas, engaños y delitos sin sanción a la vista en el medio ambiente de la ciudad, que a cualquier hijo de vecino le toca ver en el día a día casos como el de la señora que junto a su hija se comen un paquete de galletas o chocolates en el supermercado y luego tiran el envase, el tipo que pasó con luz roja sin la menor intención de parar, el que masticó un chicle el día entero y luego lo tiró en la acera, el sujeto que se hace el discapacitado y ruega ayuda sin serlo, o el que te pide cooperación para su propia fundación ( y bolsillo) llamada “hermanitas de necesitados”, o “ El Cristo sufriente”.

La sanción social, otra de las expresiones que suelen ser bastante importante en sociedades más avanzadas, prácticamente no existe, un ejemplo podría ser el caso de la señora que postuló y ganó una casa hecha con recursos fiscales para luego arrendarla a vista y paciencia de sus vecinos. A raíz de los daños sufridos por el comercio en Santiago durante las últimas marchas estudiantiles, los propios empleados que habían sido afectados por destrozos mayúsculos miraban el hecho con resignación, se trataba de limpiar, botar lo quebrado, llamar a los técnicos y la vidriería, encogerse de hombro antes los hechos y sonreír de una manera torpe. En ningún momento se evidenció una reacción dura, una basta, una condena entre dientes o al menos una suerte de sanción entre ellos, la sanción social se ha ido, quizás con los encapuchados.

Tampoco nadie quiere enfrentar a los sinvergüenzas, es común escuchar y ver el caso de personas de humilde cuna luchar contra sinvergüenzas a quienes les arriendan sus casas mientras ellas pelan el ajo allegados por ahí, estos “arrendatarios” pagan una vez y nunca más, y luego no hay como sacarlos, aparentemente hay una barrera que los protege. La escena muestra que mientras los propietarios patean las piedras afuera de sus casas, adentro los sinvergüenzas toman tecito conectado al feisbuc y con guateros en los pies, nadie puede hacer nada, nadie quiere el enfrentamiento, no hay sanción.

Las grandes tiendas, los bancos, las Isapres, y un cuánto hay de servicios, muestran una indolencia extrema con sus cobros abusivos, intereses groseros, tramitaciones extremas, y robos al más puro estilo matón de barrio. A las victimas nadie las escucha porque nadie tiene tiempo de escuchar relatos complicados, lamentaciones y efectos de complejas marañas contables muy difíciles de trasmitir, por lo tanto sólo queda la soledad de la casa y el borde de la cama para pedir al santo de la abuela que las ayude, sin embargo los sinvergüenzas se encargan de recordar que los intereses siguen corriendo.

¿Qué nos pasa?, ¿ qué está pasando que estamos todos algo aturdidos?. Prácticamente todos los días escuchamos o vemos noticias sobre hechos violentos, en que la policía realiza todo tipo de esfuerzo por capturar “patos malos con las manos en la masa”, arriesgando sus vidas y las de los inocentes que tuvieron la mala idea de estar en el tiempo y lugar equivocado, para luego ver los rostros sonrientes y haciendo obscenos gestos al salir del tribunal.

Cada personaje que aspira a gobernar este país promete acabar con la llamada puerta giratoria, es decir, dejarla trabada y con los malos adentro, pero eso nunca ocurre, más bien hacen un juego de piernas tipo precalentamiento, pronuncian discursos pauteados y conocidos y con suerte aumentan la dotación de carabineros, es decir, más fuerza para detener a los mismo que luego nuevamente son dejados en libertad y de inmediato, no vayan a pasarla mal y aparezca una ONG a pedir indemnización, al fin, no hay sanción. Tengo la sospecha que escribir una sanción en un código penal debe ser una tarea muy dura, debe dar una jaqueca histórica y producir un sentimiento de culpa que se adosa al ADN.

La sanción esta en retirada, huele mal, nadie sanciona a nadie. Ocurre que nadie se siente con la autoridad para sancionar a otros, estamos en tiempos de relajo, cada regla está hecha de goma, se estira y se estira, y finalmente se hace vista gorda. Lo que queda atrás, muchas veces son vidas perdidas, y que según mi concepto sobre estas cosas, para toda la eternidad, además esfuerzos tirados a la basura, planes e ideas que nunca llegan a ejecutarse, injusticias de todo tipo, sensación de impotencia, sufrimiento humano acunado en el más puro y patético silencio, la sensación de impunidad y sobre todo de desprotección nos recorre el cuerpo, ¿no sería bueno que al menos sancionemos al que llega tarde a una reunión?, me ocurrió a mí y no me morí, pero me dejó pensando.

viernes, 21 de junio de 2013

EL TRIUNFO DE LA FALACIA




La falacia puede entenderse como un tipo de argumento que parece correcto, parece válido, a primera vista como guión argumental puede que nos conduzca en forma impecable hacia unas conclusiones aceptables, pero en realidad su construcción convoca supuestos equivocados e inteligentemente dispuestos para posicionar ideas erróneas que leemos como lógicas.

La falacia es conocida por los oradores y también por quienes hace discursos para figuras públicas, son también conocedores quienes tienen inquietudes respecto a problemáticas de lógica, quizás investigadores, pero para quién tiene cierta habilidad lingüista o al menos algo de cultura, no debería ser difícil darse cuenta cuando lee o escucha donde se encuentran dispuestas falacias en un determinado discurso. Un observador reflexivo hasta podría identificar algunas tipologías o familias argumentales porque pueden ser variadas y de distinto tipo, y si sus sentidos y capacidad de razonamiento no le fallan, se dará cuenta además del porqué están allí. La falacia aparece normalmente cuando se sabe que no se cuenta con argumentos válidos, suficientes ni reales.

Hace algunos días, hice un comentario en un sitio de internet en que participo, allí, el dueño del sitio, un moderador intachable, hombre de gran cultura y conocimientos normalmente entrega respuestas basadas en argumentos sólidos y válidos a consultas, reflexiones u opiniones de quienes participamos, pero esta vez me llamó la atención que me respondiera con una conocida falacia, me quedé pensando si respondo a esto y pongo en evidencia la falacia, me cuestioné un rato, ¿estaré haciendo lo correcto?, estime que no respondería, si esta es la persona que creo que es, entendería mi silencio.

La falacia la encontramos en todos lados, en todo tipo de argumentos, especialmente es convocada en los discursos de los candidatos a cargos públicos- a veces como slogan- y en general los debates llevan una carga importante de este tipo de argumentos. Por otra parte, lo fluido y dinámico que son las comunicaciones contemporáneas permiten que cualquiera construya sus propios argumentos basadas en la falacia de otros, y así el fenómeno suma y sigue.

A mi parecer, el problema está radicado en el lenguaje que compartimos unos y otros, a partir de Wittgenstein sabemos que toda expresión de la realidad expresada en la comunicación y la transmisión de conocimientos giran en torno al lenguaje y las palabras, se trata de un sistema de codificación básica para construir argumentos y expresar ideas, el problema radica en que no hay formulas o recetas para filtrar un constructo lingüístico y saber si este parte de premisas reales, lógicas o correctas, consecuentemente la comprensión de la realidad expuesta podría verse manipulada, a veces seriamente.

Una manipulación recurrente en el discurso de especialistas es apoyar la falacia en metalenguajes, esto consiste en introducir juegos de lenguaje no conocido por el colectivo en su significación real, pero que suenan parecidos a... – como el lenguaje de las ciencias económicas- y que no pueden ser desentrañados a una interpretación correcta a menos que se tenga la formación, entonces cualquier hijo de vecino asume una interpretación artificiosa, porque al fin y al cabo, todo depende de las habilidades mentales para la decodificación, es allí donde a mi modesto juicio comienza una verdadera explosión carnavalesca de falacias tanto en discurso formal como en el informal.

La falacia está ganando terreno en todas partes, una de ellas, la falacia ad-hoc, se está usando en todo tipo de argumentaciones y en todo tipo de escenarios, y así, compramos ideas y construimos las propias sobre sus lomos, parece que hay poca claridad que muchos discursos plantean un escenario que es explicado coherentemente, para saltarse luego a otros escenarios donde parece, pero solo parece, que se cumplen las premisas originales para entonces posicionar posturas interesadas.

He visto este tipo de falacia en los argumentos a favor de las plantas de energía hidroeléctricas en el sur, sus defensores apuntan en que es urgente que se tenga nuevas fuentes de generación eléctrica porque viene una demanda explosiva que no podrá ser satisfecha, y por lo tanto, se requiere aprobar el proyecto con urgencia o vendrá el caos y todos seremos responsables. Pero la he visto funcionar también desde el otro lado, donde se argumenta que todo el mundo quiere generación eléctrica limpia, y por lo tanto es una obligación siempre el construir plantas de generación eléctricas del tipo alternativas que no contaminen el medioambiente, y como el medioambiente es de todos, deben de ser públicas y no generar también riquezas a terceros.

También el debate sobre educación está plagado de falacias, allí encontramos por ejemplo que si la educación es la llave maestra para el desarrollo, entonces como no tenemos desarrollo, requerimos urgentemente educación gratuita para todos. Primero, no sabemos de qué desarrollo hablamos, segundo, no sabemos si la educación es en realidad la llave maestra al desarrollo, simplemente lo asumimos y quizás sea otra falacia más, y tercero, se asume que la gratuidad es la opción verdadera.

En fin, la falacia, aquellos argumentos que se basan en premisas falsas o verdades a medias están hoy en todo tipo de debate y escritos, no sé si este artículo esté también plagado de falacias, pero hay que asumir que al menos es un intento de destapar una cuestión oscura, y la oscuridad nunca es buena, ¿y por no es buena?, bueno, porque todos saben que es mala.

sábado, 1 de junio de 2013

CLIENTELISMO




Hace algunas horas de ha destapado el llamado escándalo de los exonerados, una situación anómala que ha venido ocurriendo al menos por unos 19 años, en síntesis se trata de un grupo bastante importantes de personas – se estiman unas 100.000, una ciudad mediana completa-, que reciben subsidio por ser exonerados políticos y nunca lo fueron.

No es mi norte discutir si corresponde o no este beneficio, si las políticas reparatorias estuvieron bien o mal, o si los organismos de control actuaron sin diligencia e hicieron vista gorda, esos no son más que hechos de la causa, algo pretérito, y quizás este tipo de anomalías se esté repitiendo en muchos de los planes de subsidios de todo tipo que han abordado los gobiernos democráticos en los últimos años, no lo sabemos, pero dada la evidencia disponible sobre este caso, podría ser este un tema recurrente.

El problema de fondo aquí, es lo que se llama el clientelismo político, este concepto no tiene color e ideología, se trata simplemente de favorecer a quienes nos favorecen, así, tú me das tu voto y yo te doy la ayuda, una suerte de intercambio de beneficios, un empate. Cuando hay un lado del espectro político que encuentra esta olla y la destapa, grita a todo pulmón la falta, luego, cuando es el otro lado el que descubre la transacción, el anterior calla y trata de quitarle perfil, intenta echarle tierra, es al fin y al cabo una actitud humana de auto-defensa ante lo que es evidentemente una mala práctica, un delito.

El clientelismo podemos entenderlo como una actitud, pero requiere de una estructura para funcionar. Según algunos autores como Javie Auyero de la Universidad de Texas, depende además de un tercer integrante aparte del llamado patrón y el beneficiario-cliente, se trata del mediador, o el que intercambia información y contactos entre una y otra parte, parece ser que en este caso el mediador no es una persona, son varios legisladores.

La relación es asimétrica, y termina sin duda en una dominación de quien tienen más que dar o tienen más capital, en consecuencia, el clientelismo es la puerta de entrada al servilismo, a la dependencia, a la pérdida de dignidad. Así, cada vez que vemos a nuestros poderes públicos que con buenas intensiones generan programas de ayuda a un colectivo en particular, hay un riesgo, y aún cuando se tomen algunos resguardos se está sujeto a que aparezca el clientelismo como parte del sistema, la razón es básica, se puede explicar por la ambición, unos quieren permanecer en el poder y los otros descubren que tienen algo que vender.

El clientelismo se puede dar en muchos escenarios, pero es una obligación ir acotando sus posibilidades y quizás haya que preocuparse preferentemente por aquellos programas extraordinarios , aquellos programas similares al de los exonerados, que como se ha visto, ha causado mayor indignación entre los propios y reales beneficiarios ante la gran cantidad de “invitados”. Desarrollar una estrategia para evitar este tipo de injusticias en mi opinión pasa por al menos tres tipos de mecanismos que deben ser implementados en cada caso.

1.- Trasparencia total : hacerlo todo trasparente, informado y sin recovecos , y por supuesto con los datos verídicos, de manera que cualquier hijo de vecino, colectivo o aún, los propios beneficiarios puedan hacer chequeos permanentes y cuando lo estimen conveniente denunciar indicios de aprovechamiento, es decir la fiscalización permanente.

2.- Tiempos acotados : quizás alguien piense que tiene mérito para recibir durante toda una vida un beneficio porque el daño es muy grande, pero eso a mi juicio no es posible, el Estado que somos cada uno de nosotros no puede llevar cargas permanentes generación tras generación por problemas o circunstancias ocurridas en tiempos pasados, pienso que no es posible subvencionar la vida de una personas con cargo a cada uno de nosotros y de nuestro hijos, en consecuencia resulta mejor evaluar bien el daño y ajustar el pago en unidades de tiempo y acotado, y si no se tienen los recursos resulta en una actitud irresponsables abordarlo, habrán otros beneficios. Me parece que siempre debe haber un tiempo de término, un tiempo de cierre, cuando las facilidades se dan durante mucho tiempo, otros piensan que es un derecho.

3.- Cuerpo colegiado: Mi pensamiento sobre este tema es igual a lo que pienso en el caso de los tribunales ordinarios de justicia en primera instancia o de garantías, me parece dictatorial e absolutista que en cada tribunal sólo encontremos a un sólo juez, es decir, se actúa como un robot imponiendo algo que está escrito y con los datos que puede una persona procesar en forma arbitraria, o se actúa con criterio ante las miles de variables que puedan existir. Para que haya criterio y evaluación se requieren al menos tres personas, es al fin y al cabo una valoración heurística. Aquí debe haber algo similar, un organismo colegiado, un grupo de personas capacitadas y que representen diversas corrientes de opinión o sensibilidades las que actúen como juez, y que cada caso tenga un expediente de mérito. En el caso contrario, si estas responsabilidades caen en un sólo individuo, por muy alta que sea su investidura, el clientelismo está servido.

Es evidente que por muy bien diseñados que sean los mecanismos que resguardan estos procesos, siempre se pueden saltar, ser burlados, al fin y al cabo tenemos un cerebro fabuloso y cierta tendencia a hacer el camino corto, a tomar el atajo. Quizás no sea mala idea volver al principio de todo, a la niñez e insistir allí sobre un principio fundamental “No tomes lo que no es tuyo”... en síntesis, no robes.

viernes, 12 de abril de 2013

APÁTICOS





Hoy realicé un trámite administrativo en un organismo fiscal, me enfrenté primero a la secretaria quien me trató en forma bastante fría, apática, luego pasé a hablar con el funcionario a cargo del trámite en cuestión y todo cambió, un caluroso apretón de manos, una amable sonrisa en todo momento, agilidad, ayuda , y sobre todo una brevísima tramitación, salí airoso del trámite y con un “gracias, muchas gracias”. Según mi experiencia de muchos años tramitando asuntos, no sólo ante el aparato público, también ante organismos privados me he dado cuenta que el trato es absolutamente opuesto a lo que me ocurrió hoy, pero lo que me ocurrió hoy yo ya lo esperaba, no era nada nuevo, el funcionario amable era un viejo conocido mío.

La situación normal es al revés, el trato frio, distante, algo robotizado es la norma, es decir somos un conglomerado viviendo juntos pero apáticos. La apatía funcionaria se ha asentado en el país y ha inoculado a miles de personas, personas que en otros ámbitos son amables, consideradas y en general empáticas con su entorno.

Tengo la sensación que este tipo de conducta avanza en forma descontrolada y probablemente tiene miles de cara, por ejemplo el o la funcionaria que tranquilamente hace trabajo interno mientras los usuario esperan, o el otro funcionario que conversa como le ha ido a su hijo, o quizás aquel que no puede dejar de hablar por teléfono, o el funcionario que sale “ a terreno” y no vuelve a su puesto de trabajo aún cuando una fila de proporciones lo espera, la situación final es la apatía, es decir, me importa un bledo tu tiempo, tus problemas , tú mismo me importas un bledo.

La apatía es la falta de motivación o entusiasmo, es la indiferencia como norma, es un estado de alejamiento de lo que ocurre, el no involucrarse. Podríamos pensar que se trata de una estrategia de sobrevivencia en tiempos complejos, llenos de conflictos, tiempos en que nos apabullan los problemas, y quizás esa idea, el exceso de problemas no esté pasando la cuenta.

Hay conflictos por todos lados, en todos los ámbitos el conflicto esta desatado, en todos los escenarios en que nos movemos enfrentamos problemas, entonces la solución pareciera ser enfriarse, irse, alejarse aunque sea solo mentalmente para no involucrarse y así resistir aunque sea un poco más antes de tirar la toalla.

No sé qué país estamos construyendo, en general no me compro los discursos políticos y no creo un ápice en los modelos de desarrollo, pero tengo confianza que aunque sea a costalazo algo aprendemos, algo avanzamos, pero al mismo tiempo parece que algo malo estamos construyendo en esta sociedad de derechos de la que somos parte, parece que hemos olvidado la buena voluntad, el dialogo, la buena onda, y por el contrario hemos abierto las puertas de par en par al conflicto.

La etapa siguiente podría ser la judicialización de todo mal entendido, de todo conflicto, de toda contrariedad, es decir llevar a otros a tribunales porque te miran feo. Aparte de dar a los abogados pingues ganancias tendremos una sociedad de intratable, un colectivo de hipersensibles.

La apatía es un síntoma preocupante y sería un buen ejercicio intentar mutarla en sentido contrario, quizás así, con una sonrisa, un trato amable, con empatía, podamos ir desactivando las bombas internas de cada compatriota y con ello alejarnos algo del conflicto, de la idiotez... de la sombra del odio.

miércoles, 30 de enero de 2013

¿PODEMOS CAMBIAR ESTO?





Miraba hace unos días un reportaje especial sobre “robos hormiga” y pensaba entre otras ideas, ¿podemos cambiar esto?. Personas solas o en grupo, en apariencia clientes entran en las multi-tiendas, supermercado y otras superficies comerciales e introducen entre sus ropas, o camuflan todo tipo de mercancías que retiran solapadamente pasando a formar parte de sus bienes.

Atrapado uno de los sujetos en plena “faena”, me llamó la atención las defensa argumental que este ofrecía a unos tipos más o menos corpulentos disfrazados de guardias, algo así como “ chhhh, que le ponís tanto si yo también salgo a “traaajar” igual que tuuuu”. Estas palabras definen (probablemente) en toda su falsa construcción unas ideas que vistos en un contexto de cambio social, debería ser una preocupación fundamental. El “trabajo” consiste en adquirir mercadería para la “venta”.

“Robar para vender”, esa es la relación directa, la ecuación, y si la descomponemos quitando la palabra “vender” quizás la ecuación empezaría a complicarse. Algo pasa con una parte no menor de la población nacional que no ha superado algunos lastres que encontramos descritos en la historia nacional, y que ya cumplen los dos siglos de vida en su versión nacional. Escritores de finales del siglo XVIII e inicios del siglo pasado graficaban, por ejemplo, las andanzas de asaltantes y grupos de bandoleros que azotaban grandes zonas del sur de Chile, el asalto a mano armada, el robo y el pillaje se encuentran documentadas en todo tipo de crónicas. Chile en ciertas zonas era un país peligroso y aquellos bandidos no eran Robín Hood o coleccionistas de especies, su objetivo final era transformar objetos valiosos en dinero y siempre había personas dispuesta a hacer el cambio.

La historia continúa, y hoy a pesar de colocar todo tipo de artilugios disuasivos, barreras físicas, guardias y aún con la propia defensa de las víctimas, el hurto (como en el caso de las grandes tiendas, supermercados y otros) y el robo en sus muchas formas nos acompañan en la complicada construcción de un país mejor, porque está a la vista que en muchos otros indicadores alcanzamos niveles de país desarrollado, sin embargo los números de estos indicadores direccionan la flecha del desarrollo hacia el suelo.

Quizás muchos hayan visto también reportajes en que “lanzas” chilenos que “trabajan” en el extranjero envían a sus familiares el producto de su labor en tierra lejanas, se trata de gente “responsable” que se preocupa de sus seres queridos enviando mercadería para vender y así obtener su sustento diario y quizás la educación de los niños.

Vender, este verbo a mi juicio es el centro de toda la problemática, todo robo, todo producto de una acción delictual en realidad no se hace para ser parte de una colección, o para ser entregado a las hermanitas de los pobres, se trata de obtener objetos y valores para vender y obtener dinero.

Es curioso como en esta parte de la problemática se comportan nuestros compatriotas, a veces con dolorosas experiencias de robo de sus propias especies, muchos no dudan en comprar las “oportunidades” que son ofrecidas por personas que no conocen, o quizás sí conocen, porque esa relación una vez que se inicia no se rompe, quien “vende” en realidad conoce sus clientes y sobre todo mantiene su “clientela”, se trata de personas “laboriosas” que no paran sus actividades de venta de productos y además siempre hay “novedades”.

Algunas veces tiendo a especular ¿ qué pasaría si nadie comprara esto productos hurtados o robados?, ¿qué pasaría con ciertas áreas del comercio informal bastante conocidas, especialmente en Santiago donde se reducen cientos de productos proveniente de la delincuencia nacional y que son visitadas por todos?.

El papel ciudadano es un tanto ambiguo, por un lado se sufre el día a día del hurto, del robo, del robo con fuerza como el asalto, o el vulgar “cogoteo” para quitar celulares, relojes, cadenas y hasta zapatillas, y por el otro, parte importante de la sociedad no se cuestiona de donde vienen las oportunidades que está aprovechando, se sienten fuera de la cadena delictual, es decir limpios de polvo y paja.

En mi ciudad existe un periódico que circula normalmente en que cientos de productos son ofertados todas las semanas, prácticamente para todo lo que necesite en materia de electrónica, armar casa, practicar hobbies, especies valoradas como joyas y un cuanto hay, la pregunta que surge es ¿cuánto de ellos serán producto del hurto o del robo?, nadie lo sabe, pero una buena práctica para ir cortando esta cadena sería solicitar o exigir al vendedor el original de la factura donde lo compró, o quizás otro documento que podría ser interesante, una certificación.

Comprar un producto nuevo o usado puede ser una transacción legítima, una buena oportunidad y hasta una “salvada” cuando se requiere algo que no se encuentra en el mercado formal o este tiene valores prohibitivos. Un vendedor honrado normalmente guardará las facturas de adquisición original y quizás no sea problema demostrar el origen del producto en cuestión, pero podría darse un escenario diferente cuando por descuido perdemos las boletas y facturas.

Me parece que falta “algo” que certifique la procedencia del producto, que dé cuenta de que este es producto de una compra normal, o una adquisición válida y consecuente es posible vender en el mercado ya sea por necesidad, aburrimiento o sólo por el deseo de enajenarlo. Entiendo que algunas joyerías son fiscalizadas en este aspecto, pero ¿quién podría fiscalizar los cientos de vendedores que ofertan en el periódico de marras?.

Cambiar de chip interno respecto a este asunto podría hacer de este un país sensacional, quizás bajo el foco de los argumentos que expongo la mejor estrategia no esté en combatir frontalmente la delincuencia que se dedica al robo de especies, sino evitar que esta tenga mercado.

Mi visión sobre este asunto es que la delincuencia es un síntoma, la enfermedad, que parece seria, está radicada en cierta costumbre social que posibilita, o entrega licencia para adquirir productos sin preguntar de donde provienen, y por lo tanto no preocupa en lo más mínimo si quien vende tiene las certificaciones que lo acreditan como legitimo dueño.

Quizás el llamado sea entonces a todos mis compatriotas, o al menos a las víctimas que han sufrido robos de sus especies, que eviten que otra cadena de eventos se cierre y por lo tanto no compren productos robados, y aún más, que se lo transmitan a sus hijos.

Y.. ¿ el Estado?, al Estado le pediría que aumente las penas para quien compra o reduce productos robados al máximo, pero que al mismo tiempo genere los mecanismos para certificar especies legalmente adquiridas cuando se han perdidos las boletas y facturas.