martes, 18 de julio de 2017

Hamburguesas



https://lamenteesmaravillosa.com/cual-es-nuestra-reaccion-natural-ante-los-enganos/

Hace algunos años la irreverente Dra. María Luisa Cordero escribió el best seller “Jurel tipo salmón”, un texto que pone en evidencia la máscara que nos compramos para cada uno o la lectura que hacemos de nosotros mismos en un sentido falseado, en un intento de ser lo que no somos.

Este intercambio de algo normalito por otro más noble a modo de farsa nos persigue en muchas situaciones, y es casi un signo de identidad, hay una tendencia grupal que nos lleva siempre a lo mismo, somos unas gentes que se jura que vivimos en un país desarrollado o que somos imbatibles en muchos aspectos, detrás de eso está lo que realmente somos y el autoengaño.

Por razones que no comentaré, en gastronomía odio el pollo y sus plumíferos amigos y no consumo cerdo ni nada que diga ¡oink!, es decir, estoy algo complicado a la hora de las comidas y prefiero un buen asado de lomo vetado ante un feo y amarillento pollo, pero el tema de este texto es relativo al autoengaño o más bien al engaño.

Si Ud. va a un supermercado y desea consumir un paté, y no consume cerdo, está en problemas, pero puede pensar que una buena idea es consumir un paté de ternera, el que con grandes letras está rotulado en su envase, su imaginación lo llevará a visualizar un supuesto paté del hígado de la hija de un vacuno que lo hará feliz untado en su pan tostado, pero cuidado, si no ve bien y usa lente, quizás no podrá ver que el paté de marras es en realidad puro cerdo.

Hasta hace un tiempo, digamos un año atrás, comprar en el supermercado un embutido de carne molida para hacer tallarines era una idea que, aunque no buena, salvaba la situación, no sé qué clase de carne era pero había carne allí, y según indicaba la rotulación del envase tubular que la contenía, era carne de vacuno, hoy, en la misma marca, el mismo envase y por un precio algo superior, Ud. compra soya molida con alguna traza de carne, digamos una ligera brisa.

Pero el colmo de mis problemas llegó con las hamburguesas. Es sabido que hubo una masiva denuncia en contra de las industrias que elaboran esos productos porque nos vendían agua, así, una hamburguesa de 100 gramos después de la cocción de rigor terminaba en unos pobres 50 gramos o menos, no sé si eso cambió, pero algo sí cambió para mal, hace algún tiempo una hamburguesa de vacuno era de vacuno, se podía comprar aún sin ver el rotulado en la pequeñísima letra de su envase y llegar a casa y disfrutarla, pero hoy no es así, una empresa, probablemente en una junta ordinaria de su gerente con sus equipos de producción, tomando café y galletitas llegó a una brillante conclusión, ¿para qué hacerlas 100 % de vacuno cuando podemos agregarle cerdo?.

La brillante idea prontamente fue copiada por su competencia y ¡voilá!, tenemos hamburguesas falsamente rotuladas de vacuno, y aún aquellas rotuladas 100% de vacuno, todas llevan carne de cerdo y en porcentajes que nunca sabremos. Ante esa situación, en un supermercado opté por comprar una muy promocionada hamburguesa de “wagyu”, algo más cara, el wagyú es puro filete, es una carne tierna, jugosa y muy cara, tan cara es que la hamburguesa en cuestión sólo alcanza a tener algo así como un 7 % de wagyu, el resto es cerdo, este animal me persigue.

Es evidente que esto se puede superar, pero para ello necesitamos algún reglamento o probablemente una ley que regule , controle y sancione, y para ello se debe poner de cabeza al parlamento y su maquinaria, algo así como muchas reuniones fatigosas, acuerdos, lobby, consensos y sobre todo verborrea para paliar el problema, pero sólo por un tiempo, porque es bastante seguro que vendrá otro caso, es decir otro “cambiazo”, otro desaguisado, entonces nuevamente se convocará al parlamento para regular otra situación de abuso y vamos sumando.

Jurel tipo salmón es una regla en el país, ocurre en todos los ámbitos y en muchísimos casos sólo después que hemos pagado descubrimos que nos han vendido algo que no compramos, y entonces, ante el reclamo generalizado la autoridad se hace “cargo” del problemas y se hacen regulaciones de lenta factura, ¿para qué?, si es tan simple, basta con asumir de una buena vez que el jurel es jurel y el salmón es salmón.