lunes, 22 de diciembre de 2014

Tiempos de aburrimiento




Al contemplar ciertas actitudes urbanas se puede percibir una extraña sensación de hastío presente en el ambiente, una sensación de aburrimiento, un querer evadirse del entorno. En cualquier lugar público donde se reúnan personas, se ve a muchos poniendo atención a sus celulares, sumidos en sus mundos digitales e individuales poco importa lo que pasa a su alrededor, se han ido del lugar, me temo que comunicando cosas intrascendentes en una suerte de pimpón digital. Quizás demasiada potencia instalada en las manos para enterarse que fulanito/a se compró un tablet nuevo, es decir, un más de lo mismo.

Por otra parte, se ve una preocupación excesiva en ciertos grupos juveniles por decorar sus cuerpos, quizás lo más recurrente sea el tatuaje, la antigua práctica de dibujar figuras de colores mediante cicatrices sobre la piel, desde afuera se ve como un doloroso pasatiempo y una forma peculiar de gastar recursos a cambio del dudoso beneficio de mayor identidad en la masa, quizás haya detrás de eso, y de otras prácticas tales como la inserción de piercing, la rotura de los lóbulos de las orejas y una creciente moda de modificaciones faciales una vuelta inconsciente hacia atrás, a épocas oscuras del hombre, un querer vivir en otros tiempos, nuevamente un evadirse de lo “civilizado” , este camino supone que en unos años vuelvan los tocados de plumas de colores, los anillos en el cuello y los rituales de iniciación.

En el mundo que expone internet, se puede ver además una intención –por ahora minoritaria- por auto flagelarse, un caso asombroso es el de la mujer vampiro, una mexicana supuestamente licenciada en derecho que se ha hecho tanto daño en su cuerpo, que su estado actual parece irreversible. El antes y después muestra una mujer normalita que se obsesionó con generar un espectáculo “freak” del viejo circo a costa de su cuerpo, no con él como lo hacen otros.

Otros muchos pasan por el quirófano para sacarse algo por aquí, agregar algo por allá, cortar y pegar, en resumen mejorar su aspecto de manera rápida, ojala si dolor y con objetivos estéticos regidos por modelos occidentales, se sigue modelos de moda y sujetos del mundo del espectáculo, es decir se busca esculpir la carne al gusto del consumidor, en algunos casos, con resultados monstruosos, al final del día tenemos el deseo de querer ser otra persona, evadirse de lo que se es.

¿Qué pasa?, pienso que podríamos estar en un período barroco, me recuerda el mundillo pasado de las pelucas, los zapatitos con moño y perlitas, el lunar en la mejilla, los perfumes, el empolvado mañanero, los encajes y el aburrimiento de la corte de Luis XV. Hoy, en nuestro país y en las sociedades occidentales que han logrado al menos tener que comer, vestirse y donde vivir, el horizonte dibuja un bostezo general, una actitud vuelta hacia dentro y que afecta los cuerpos y las mentes sobre todo de los adolecentes, la gente de recambio, la más joven se quiere ir de la realidad.

Quizás la droga va por ahí, porque se busca también auto-noquearse, evadirse, o vivir nuevas sensaciones, nuevos divertimentos para pasar el día, en síntesis, escaparse del entorno aunque sea por un rato. Hay otras formas de escapar, las búsquedas espirituales o trascendentales que se han desatado en los últimos años, ejercicios de prácticas de ritos antiguos o autóctonos para “elevarse”, prácticas de mantras para alterar los estados de consciencia o el redescubrimientos de la antigua gnosis para sumirse en “estudios” lejanos al conflicto diario, en ese escenario supuestamente espiritual, se aprecia que la religiones tradicionales que de alguna manera posicionaban formatos conductuales han dejado de tener influencia, y parece que todos nos enhebramos con lo agnóstico, ateo u militante religioso informal sin ningún compromiso, no se confía en lo establecido, se desea un contacto con el más allá en forma individual.

La historia muestra que cuando se está en estos estados de “pax”, de segmentos de tiempo de aparente “tranquilidad” dentro de nuestra perpetua intranquilidad humana, nos acercamos a convulsiones, a conflictos, a otros estados de convivencia en que las prioridades son otras. La guerra es una de esas tristes realidades, otras son las convulsiones internas, las catástrofes ambientales o económicas, en esos escenarios, no hay tiempo para los tatuajes ni para las cirugías plásticas, ni para tomar una dosis de ayahuasca, tampoco para decorarse la cabeza con peinados rebuscados tipo jugador de futbol, espero que esto no sea nuestro próximo escenario.

Hay algo raro en el ambiente, demasiada fijación en el cuerpo, demasiado tiempo para decorarse, demasiada intención de querer evadirse, quizás la pérdida de tareas tradicionales, quizás los nuevos gurúes del “let it be” , quizás las percepciones de falso poder que entregan las tecnologías de la comunicación, quizás la falta de credibilidad en la religión y la política, y quizás cuantas otros factores incidentes sean los causantes de que se esté produciendo mucho hastío.

Pienso también que la gente está cansada de preguntarse desde la noche de los tiempos, ¿quién soy?, ¿qué hago yo aquí?, ¿para donde voy? sin tener respuestas reales, verdaderas y causales, parece que se aburrió de explicaciones que sirvieron en otros estadios de desarrollo humano pero que para este ya no sirven, este hastío me suena parecido a una larga espera, porque mientras esperamos no se qué cosa, quizás un meteorito gigante, nos dedicamos mirarnos el ombligo y rascarnos la cabeza.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Austeridad hoy, ¿es posible?




Desde mis épocas de estudiante universitario, me ha parecido que vivir austeramente es una obligación consigo mismo, con mi realidad social y económica y quizás con la naturaleza, en lo general, siento que vivir en austeridad, con lo que realmente necesitamos es una práctica sana, pero esta práctica parece ser una tarea cada vez más difícil en este Chile del siglo XXI.

El marketing comercial asociado a otras múltiples técnicas que despiertan nuestros deseos ocultos, son la primera barrera difícil de traspasar, el mundo utópico que se muestra en imágenes digitales, cada día más reales, nos convierte en una especie de monitos menores que quieren “eso”, sumarnos a las caritas sonrientes de un grupo de privilegiados con su situación económica resuelta, los monitos mayores, que toman champagne francés a orilla de la costa mediterránea en un atardecer dorado, “la vie en rose”

Entre otros artilugios, Chile debe estar en algún ranking de concentración de 4 x4 en relación a su población, quizás hay algo patológico con ciertos productos, es como si la expresión “yo me lo merezco”, estuviera socavando nuestro pobre cerebro día y noche, y martillando en leguaje chileno la opción ¿cómo no me lo voy a comprar, si puedo?, en mucho caso en cómodas cuotas, crédito inteligente, sobreendeudamiento, en fin, el objeto del deseo frente a la conocida ecuación “ el que quiera celeste, que le cueste”.

Vivir austeramente requiere probablemente conectarse un poco más con la naturaleza , y quizás por ahí va parte del problema, nos estamos alejando cada vez más hacia un paisaje artificioso, uterino, a un mundillo de luces, colores y sugerencias que nos susurra al oído ... cómprame... La naturaleza nos puede salvar, acoger con nuestras cavilaciones culpables, pero hay que decirlo también, nuestro propio concepto de naturaleza forma parte del mismo juego, nuestro cerebro no quiere problemas, sueña un cómodo bar con vista al mar, lago o la montaña, un whisky and dry ginger ale en mano en un ambiente “rústico”, y si continúo dibujando en el aire, una chimenea y unas aguas termales debidamente armonizadas con la arquitectura, todo a módicos precios para la VISA, al fin, parte de lo mismo.

Podría ser que hasta perdimos el norte y ya no sabemos que es vivir en austeridad, vivir con simpleza, con aquello que verdaderamente necesitamos, en mi caso estoy evaluando, y a veces me doy cuenta que arrastro también mucho material sobrante, mucho consumo, mucho peso muerto, y como muchos, he caído en las tentadoras ofertas.

Sugerir austeridad a otros, es como predicar a la manera del padre Gatica, y no, no es mi intención dar lecciones a nadie, pero podría ser una buena idea poner este concepto en nuestra mente y reflexionar, quizás con el mismo whisky en la mano pero imaginando la vida algo más simple y agradeciendo el hecho de estar vivo por este rato. Hay algo de humildad en la austeridad, hay algo de respeto con la naturaleza y con nuestra propia humanidad.