martes, 9 de julio de 2013

¿QUIEN TE SANCIONARÁ?





Hace algunos días una estimada colega me sancionó verbalmente por llegar atrasado a una reunión, dije ¡caramba!, ¿yo atrasado?, si yo soy el sujeto que le ha tocado cientos de veces esperar sentado en una sala vacía por una reunión que supuestamente se realizaría a esa hora, me considero un tipo responsable, pero este caso me hizo mirar al techo y reflexionar, ¡ alguien te sanciona!, aunque fuera sólo una cuestión de amistad.

Mi visión sin embargo es que la sanción esta en retirada, en todos lados, en todos los niveles, en todas las actitudes ya no se sanciona a quien infringe las reglas, traspasa los límites, no cumple o comete delito, definitivamente la sanción es vista como algo indeseable, se visualiza probablemente como una costumbre violenta de los antiguos que hoy sólo atrasa nuestro caminar a mejores estadios de desarrollo y relaciones personales.

La profusa difusión de una noticia policial de hace unas semanas, permitió conocer la pena aplicada por un tribunal “ de la república” a un jugador de futbol muy conocido, quién manejando con varias copas en el cuerpo y a velocidades superiores a la del sonido, atropelló y dio muerte a una joven mujer, la cual al parecer, también estaba bajo los efectos del alcohol, como se dice entre nosotros,“ no le salió ni por chicha”, para referirse a un tipo de sanción de papel, de juguete y muy en boga, te vas para tu casa y hacemos como que te sancionamos, en lenguaje futbolero, se hace “una finta”.

En el contexto de ese accidente provocado por una evidente irresponsabilidad, escuchaba en la misma semana a un regordete abogado de hablar lento, exculpando al hechor, recurriendo a una suerte de entramado verbal que al seguirlo en todo su desarrollo probablemente me hubiese dejado con el cerebro convertido en “puré”, se trataba de lo que en otros tiempos se llamaba “justificar lo injustificable”, ese tipo de verborrea constituye muchas veces la gran barrera que separa la sanción de quien la merece.

Hay tantas faltas, engaños y delitos sin sanción a la vista en el medio ambiente de la ciudad, que a cualquier hijo de vecino le toca ver en el día a día casos como el de la señora que junto a su hija se comen un paquete de galletas o chocolates en el supermercado y luego tiran el envase, el tipo que pasó con luz roja sin la menor intención de parar, el que masticó un chicle el día entero y luego lo tiró en la acera, el sujeto que se hace el discapacitado y ruega ayuda sin serlo, o el que te pide cooperación para su propia fundación ( y bolsillo) llamada “hermanitas de necesitados”, o “ El Cristo sufriente”.

La sanción social, otra de las expresiones que suelen ser bastante importante en sociedades más avanzadas, prácticamente no existe, un ejemplo podría ser el caso de la señora que postuló y ganó una casa hecha con recursos fiscales para luego arrendarla a vista y paciencia de sus vecinos. A raíz de los daños sufridos por el comercio en Santiago durante las últimas marchas estudiantiles, los propios empleados que habían sido afectados por destrozos mayúsculos miraban el hecho con resignación, se trataba de limpiar, botar lo quebrado, llamar a los técnicos y la vidriería, encogerse de hombro antes los hechos y sonreír de una manera torpe. En ningún momento se evidenció una reacción dura, una basta, una condena entre dientes o al menos una suerte de sanción entre ellos, la sanción social se ha ido, quizás con los encapuchados.

Tampoco nadie quiere enfrentar a los sinvergüenzas, es común escuchar y ver el caso de personas de humilde cuna luchar contra sinvergüenzas a quienes les arriendan sus casas mientras ellas pelan el ajo allegados por ahí, estos “arrendatarios” pagan una vez y nunca más, y luego no hay como sacarlos, aparentemente hay una barrera que los protege. La escena muestra que mientras los propietarios patean las piedras afuera de sus casas, adentro los sinvergüenzas toman tecito conectado al feisbuc y con guateros en los pies, nadie puede hacer nada, nadie quiere el enfrentamiento, no hay sanción.

Las grandes tiendas, los bancos, las Isapres, y un cuánto hay de servicios, muestran una indolencia extrema con sus cobros abusivos, intereses groseros, tramitaciones extremas, y robos al más puro estilo matón de barrio. A las victimas nadie las escucha porque nadie tiene tiempo de escuchar relatos complicados, lamentaciones y efectos de complejas marañas contables muy difíciles de trasmitir, por lo tanto sólo queda la soledad de la casa y el borde de la cama para pedir al santo de la abuela que las ayude, sin embargo los sinvergüenzas se encargan de recordar que los intereses siguen corriendo.

¿Qué nos pasa?, ¿ qué está pasando que estamos todos algo aturdidos?. Prácticamente todos los días escuchamos o vemos noticias sobre hechos violentos, en que la policía realiza todo tipo de esfuerzo por capturar “patos malos con las manos en la masa”, arriesgando sus vidas y las de los inocentes que tuvieron la mala idea de estar en el tiempo y lugar equivocado, para luego ver los rostros sonrientes y haciendo obscenos gestos al salir del tribunal.

Cada personaje que aspira a gobernar este país promete acabar con la llamada puerta giratoria, es decir, dejarla trabada y con los malos adentro, pero eso nunca ocurre, más bien hacen un juego de piernas tipo precalentamiento, pronuncian discursos pauteados y conocidos y con suerte aumentan la dotación de carabineros, es decir, más fuerza para detener a los mismo que luego nuevamente son dejados en libertad y de inmediato, no vayan a pasarla mal y aparezca una ONG a pedir indemnización, al fin, no hay sanción. Tengo la sospecha que escribir una sanción en un código penal debe ser una tarea muy dura, debe dar una jaqueca histórica y producir un sentimiento de culpa que se adosa al ADN.

La sanción esta en retirada, huele mal, nadie sanciona a nadie. Ocurre que nadie se siente con la autoridad para sancionar a otros, estamos en tiempos de relajo, cada regla está hecha de goma, se estira y se estira, y finalmente se hace vista gorda. Lo que queda atrás, muchas veces son vidas perdidas, y que según mi concepto sobre estas cosas, para toda la eternidad, además esfuerzos tirados a la basura, planes e ideas que nunca llegan a ejecutarse, injusticias de todo tipo, sensación de impotencia, sufrimiento humano acunado en el más puro y patético silencio, la sensación de impunidad y sobre todo de desprotección nos recorre el cuerpo, ¿no sería bueno que al menos sancionemos al que llega tarde a una reunión?, me ocurrió a mí y no me morí, pero me dejó pensando.