viernes, 13 de abril de 2018

¿Por qué creamos ambientes urbanos tóxicos?



Para sintetizar en unas cuantas imágenes lo que es Chile hoy, el turista que nos visita captura en fotografías algunos lugares centrales de Santiago, principalmente partes de Santiago oriente, según sus propios comentarios la urbe ultra moderna latinoamericana muestra en esa porción de su paisaje urbano su pujanza, su desarrollo inmobiliario, su oferta de servicios, el cuidadoso manejo paisajista del espacio público y otros avances en redes y sistemas de transporte.

Sin embargo hay otro Santiago, a pesar que la llamada pobreza multidimensional en el área metropolitana del Gran Santiago borde un 20 %, probablemente un 60 % del área urbana metropolitana tienen un paisaje urbano muy diferente, ese paisaje urbano está construido en parte importante por viviendas de construcción pública y de autoconstrucción de bajo costo, son áreas densamente pobladas y carentes de parques, de espacios públicos de calidad y en algunos caso, como en aquellas comunas del sector sur, el color del paisaje urbano tiende al gris.

Es fácil advertir que hay una separación física entre los diferentes sectores socio-económicos en las ciudades nacionales, se trata de la segregación urbana, un concepto que tiene como soporte oculto la valorización del suelo urbano, y que informa donde el espacio urbano y las cosas tienen valor y donde no, eso se traduce en un mapa conceptual para el inversionista y para el desarrollador inmobiliario, así las cosas, y aunque bastante lamentable pero realista en la sociedad en que vivimos, se vive en el lugar que se puede costear, y aquellos de menores recursos, los muchos, dan forma al paisaje dominante en la ciudad, y en ese paisaje dominante la vivienda social es su grano base, su esencia, es el sello de la ayuda del estado para el habitar familiar.

Se sabe por la historia - y con el mérito de ser muy temprano en la vida republicana, (la Ley de habitaciones obreras en Chile es de 1906)- que el estado de Chile se ha preocupado de generar vivienda para los sectores de bajos ingresos, es una ayuda que es una tradición, ello ha significado ir mejorando paulatinamente las condiciones de higiene y de hábitat para muchos compatriotas que de otro modo, vivirían en condiciones muy precarias.

El esfuerzo estatal es meritorio, las metas también lo son, lo mismo que la continuidad de los programas y aún los esfuerzos que cada familia involucrada en los sucesivos programas de vivienda, lo que no lo es, es la falta de programas pilotos, de innovación y aún de puesta en marcha de programas que tomen en consideración los muchos estudios sobre la vivienda social y sus problemas, y se aplique un giro de timón, en pocas palabras, se echa de menos una evolución más enérgica.

Por muchos años se ha preferido el camino cuantitativo, es decir hacer más viviendas, pero la parte cualitativa ha quedado quizás en los deseos de muchos arquitectos e investigadores, el problema es que durante la ejecución de los programas de vivienda, digamos desde los últimos 60 años, se han generado en el país extensas zonas urbanas con ambientes tóxicos, partes de ciudad en que la monotonía del paisaje, la homogeneidad del segmento social que allí habita, la falta de equipamiento, la calidad de la infraestructura, la carencia de espacio público y la fabricación seriada de viviendas de muy baja calidad y poca superficie, ha derivado en zonas conflictivas, unas áreas complejas desde todos los enfoques.

Quizás si esto fuera el actuar del aparato público por un tiempo especifico, hoy estaríamos pensando en cómo revertir esos resultados, interviniendo, demoliendo, quizás densificando y mejorando al recuperar ciudad, pero lo que vemos en las ciudades es que se sigue construyendo más de lo mismo, se está aumentando la superficie urbana con la misma receta.

Si se actuara con pragmatismo, al menos se podrían considerar abordar algunas recomendaciones, en primer lugar la prefabricación de estructuras y sistemas adecuados para la vivienda colectiva, además de una variedad de tipos de cerramientos y definiciones cualitativas del espacio arquitectónico, para ello es necesario incentivar , desarrollar o comprar tecnologías, se trata de ocupar la capacidad técnica que tenemos y las materias primas con que contamos, si esto fuera posible, los costos unitarios bajarían y quizás podríamos ser potencia exportadora hacia nuestro vecinos que tienen los mismos problemas en vivienda de bajo costo, en segundo lugar me parece que esta la situación urbana, en realidad una vivienda es solo una parte del problema, es el medioambiente que se construye el verdadero problema, si esto se abordara con mínima racionalidad y aplicando todos los conocimientos que hoy tenemos sobre medioambientes urbanos sanos, entre ellos el de la ciudad compacta, los resultados debería mejorar y también las estadísticas asociadas, un tercer aspecto es la movilidad, esto implica estudiar, innovar y dotar de medios que permitan a las personas moverse dentro de un abanico de posibilidades.

También se podría explorar con decisión el mejorar la condición del hábitat familiar posibilitando la migración de los grupos familiares a otros contextos urbanos mejores, pienso que la idea de la “casa propia” es nefasta, ese slogan aplicado a rajatabla ancló a miles de chilenos a ambientes tóxicos y muchos han pagado con la vida de sus hijos esa relación, no hay escape posible, se ha obligado a vivir en esos contextos sin importar los méritos que se tengan.

El desafío es enorme, se trata de romper la inercia que se arrastra por años, y consiste en cambiar una manera gastada de “hacer” y que deberíamos abordar con urgencia, en las condiciones actuales seguimos creando medioambientes tóxico y con el potencial de amplificar todo tipo de problemas sociales, partiendo de la ruptura del núcleo familiar, el hábitat de las actuales vivienda no es capaz de contener los diferentes intereses de los núcleos familiares y sus integrantes deben salir de la vivienda para no sofocarse, pero afuera no hay nada, no hay oferta que los espere, no hay lugares donde acudir.

Quizás haya que partir con experiencias piloto, con una estrategia nacional, pero hay que hacerlo, aunque deriven en fracasos, hay que hacerlo, y quizás con las experiencias obtenidas se puedan abordar nuevamente, la idea es recuperar esos contextos tóxicos y no crear otros, es hacer ciudad para todos, con la ayuda y las ideas de esos “todos”.