martes, 18 de octubre de 2016

Conjeturas sobre el poder






Mucha gente piensa que cuando alguien alcanza una cota de poder, cuando se posiciona sobre otros porque asume un cargo de autoridad o porque es nombrado en un nivel en el cual tiene una porción de poder, ese “alguien” cambia, es otro, no es la misma persona, dicen que Abraham Lincoln y otros grandes hombres se han referido a ese hecho, “...dale poder a un hombre… y lo conocerás realmente...” dicen que dijo Albert Einstein alguna vez.

Me resistía a reconocer que esto fuera cierto, que fuera un hecho, pero la evidencia que he podido obtener en mis años de vida es tan apabullante que me rindo ante ella, la gente cambia con el poder, con algo de poder en sus manos se transforma, se convierte en otro u otra persona.

¿Por qué ocurre?, una idea que escuché alguna vez dice que el dinero y éxito no cambian a las personas, sólo amplifican lo que estaba allí, quizás ocurra lo mismo con el poder, no sería en realidad un cambio sino que se trata de una mejor exposición, y de una mejor visualización de una caracterización que no vemos cuando estamos muy cerca y pensando que somos los mismos.

Otra idea que he escuchado de varios gurúes, unos religiosos y otros ateos es aquella que culpa al EGO, ese supuesto diablillo que controla y espolea nuestro cerebro bajo cierta condiciones, y que nos lleva a comportarnos como un tirano con otros y a veces con nosotros mismos, es decir estaríamos a merced de una parte de nuestra personalidad medio oculta y que pareciera residir en nuestro cerebro primitivo, aquel cerebro un poco reptiliano que aún conservamos.

La gente cambia, es un hecho, y a veces nos sentimos tocado por esa “otra “persona que ayer considerábamos como parte de nuestro mismo redil, nuestro o nuestra igual. Este proceso es a veces doloroso, me ha tocado sentirlo con personas cercanas y al parecer no hay nada que hacer, sólo dejar que el tiempo transcurra porque todos sabemos que nada es para siempre, nada ni nadie se mantiene en el poder siempre, este es por esencia pasajero, es al fin y al cabo una ilusión, como todo en la vida, polvo en el viento dice en armonía con los sonidos del violín el grupo norteamericano Kansas en una canción que nos recuerda lo efímero de todo esto.

En realidad no hay poder, ¿pero cómo se lo hacemos saber a nuestros amigos?, a esa persona que ayer estaba a nuestra misma estatura y con las cuales compartíamos las mismas conjeturas sobre las banalidades de este mundo, ¿ cómo le decimos que todo es falso a quien acaba de recibir un bastón de mando?.

Quizás detrás de todas esas actitudes muy humana se anida el miedo y la soledad, el miedo porque el poder trae también la conjura, el deseo de otros de obtener ese poder, tener poder sobre otros es como la miel para algunos y parte de su razón de existir, por lo tanto irán detrás de ese poder no importa lo insignificante que sea, lo querrán y entonces buscarán la forma de obtenerlo, ello implica muchas veces la conjura, quitarlo de quien lo tiene, quizás aserruchar el piso, quizás aplicando pequeños golpes en zonas frágiles en forma constante como la gota de agua golpea la roca, quizás incitando a otros para crear ambientes propicios para el cambio de manos del poder, eso se sabe, y genera miedo. Por otro lado, está la soledad del poder, no aquella soledad por no estar rodeados de personas sino que es la soledad de la incertidumbre, la soledad de no saber exactamente quien está contigo, a quien le hiciste daño por alguna decisión.

Es extraño el poder, probablemente nos recuerda en nuestros cerebros una antigua y telúrica violencia física, una violencia que ha quedado en nuestro genes marcada a fuego, porque el poder era en esencia en tiempos antiguos violencia, por ello nos provoca algo, no somos indiferentes, es como si recordáramos que el poder no es bueno, es un recordatorio permanente de que existe la maldad y de nuestra propia maldad, y también una evidencia más de nuestra propia fragilidad.

Al final, quienes alcanzan el poder, quienes tienen poder sobre nosotros están en problemas, no son las mismas personas que conocimos, ellos se fueron y dieron paso a alguna personalidad oculta escondida que al fin pudo salir a la luz, y por otra parte, nuestra mirada es de desconfianza, nuestro genes nos transmiten mensajes subliminales que nos dicen que estamos frente a entidades que pueden ser perjudiciales para nosotros. Muchos buscan el poder, se afanan en ello, pero la pregunta que queda de fondo en esta reflexión es: ¿vale la pena?.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Era de la estupidez, tiempos de disparates





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Dicen algunos que vivimos en la era del conocimiento, se argumenta que dejamos atrás la era tecnológica y la era de los descubrimientos y sus múltiples tiempos, y así, pensando en grandes escenarios de tiempo, quizás en toda era por la cual hemos pasado hayan tiempos para vivir y tiempo para morir como dicen los religiosos, todo tipo de tiempos y eventos en la vida de los humanos y de las sociedades, en esos lapsos constitutivos hay tiempos tan nobles como el despertar de una borrachera temporal y alcanzar conciencia de la fragilidad del medio natural, y por supuesto tiempos tan terribles como los tiempos de guerra o de sonidos de tambores de guerra. En ese contexto, creo que quizás ya pasamos la era del conocimiento y estamos viviendo en la era de la estupidez, algunos ya lo han dicho en sus escritos y documentales como Fanny Armstrong, la evidencia es abundante, encontramos estupidez por todos lados.

Pero hay algo en estos tiempos de la estupidez que no sólo me llama la atención por su recurrencia, sino que me llama la atención por su cultivo y desarrollo, por lo complejo que se ha vuelto y la seriedad con que lo tratan algunos, se trata del disparate, quizás estamos en tiempos de disparates, hoy no hablamos cualquier disparate, este se ha elevado y pareciera que se ha depurado, tiene otro nivel, y hasta se puede alcanzar una especialización en disparate, se puede obtener un postgrado, es decir tenemos el disparate en pleno crecimiento, quizás en los pilares de la era de la estupidez se concentra una preocupación enfermiza por vivir en armonía con el disparate.

Cuando se sigue una entrevista de algún encumbrado en la política, en la economía, o quizás en las artes, quizás no lo note Ud., pero después de algunos momentos de lucidez, entramos de lleno en el disparate, en la misma situación, si leemos las portadas de diarios y pensamos algún instante sobre lo que se informa tan sucintamente, encontramos en todo su esplendor el disparate.

¿Quién está exento en estos tiempos del disparate?, ¿quién puede de algún modo enhebrar algunas ideas refrescantes, cristalinas y creativas sin caer en el disparate?, es difícil, la era de la estupidez lo guía todo, sus tiempos constitutivos no son aislados, están intercomunicados, y por lo tanto aunque nos resistamos y pongamos en nuestro cerebro algunos filtros de muy alta complejidad, por la misma complejidad que ha alcanzado el disparate, de allí somos.

Termino estos breves pensamientos, no porque quiera terminarlos, no porque sienta que el tema esta resueltos y haya expuesto todo lo que pienso sobre esta especial condición, sino que termino este texto por el temor que siento de estar diciendo puros disparates.

miércoles, 20 de abril de 2016

Maldad nuestra de cada día.




Hace ya algún tiempo vengo estudiando el problema de la maldad en la sociedad contemporánea, quizás sea porque estoy más viejo, quizás sea porque me ha tocado ver algunas situaciones de modo más cercano, pero me he convencido que la maldad reina entre nosotros. Con la caída de los dogmas religiosos en occidente y las fuertes influencias del ateísmo militante, especialmente en las sociedades cristianas, “algo” se ha liberado, un “algo” nuestro que algunos atribuyen al EGO, "eso", nuevamente, una vez más,por enésima vez, ha roto sus cadenas o a salidos de las oscuridades del ser y así libre, comienza a dar rienda suelta a ímpetus y formas de actuar que parecen tomados de películas de ciencia ficción.

Después de los horrores de la segunda guerra mundial muchos intelectuales pensaron que las atrocidades cometidas en ese período serían una lección permanente para las futuras generaciones, una suerte de nunca más, un nunca más que cuestionó el porqué de la maldad en ciudadanos que parecían civilizados, que parecían sofisticados y con grandes adelantos tecnológicos e intelectuales a su haber, se trataba en muchos casos de dedicados padres de familia que de pronto, cuando se apagó la luz, se transformaron en bestias.

Pero este fenómeno no sólo ocurre en estas sociedades de occidente, por lo que hemos visto en los medios y la internet de la guerra en Siria, el sadismo, la crueldad y la inmisericordia están a sólo un toque de silbato, ante la oportunidad de evitar el castigo, es decir en la impunidad, se convocan casi automáticamente los peores instintos, los más oscuros, los más criminales, y las conductas de los individuos en solitario, o en grupos, organizados o no, llevan la maldad a reinar sobre humanos, animales y medio ambiente.

No hay que engañarse, no es una cuestión de tiempos, mirando la historia humana se puede comprobar que la maldad nos sigue desde la noche de los tiempos, desde las más remotas edades, y si hacemos caso a los mitos bíblicos desde el principio con Caín, en esa línea, el fenómeno debe haber perturbado tanto a las mentes antiguas que muchas veces en sus intentos por controlar en algo esas influencias, sus dirigentes y sacerdotes terminaron por personificar la maldad, se trataba de un intento por combatirla, por presentarla como ”algo” fuera de nosotros, no obstante esos paradigmas religiosos, hay demasiada evidencia para no sospechar que la maldad es consustancial a nuestros pensamientos y quehaceres, la llevamos a cuesta quierámoslo o no, intentemos extraerla o no, está allí, recordándonos que así como actuamos bien también podemos actuar mal, y es una posibilidad que muchos toman sin meditarlo y para otros, es el actuar meditado de todas sus acciones, son malvados.

Hoy vemos en las redes sociales como el fenómeno se replica así mismo, dado el anonimato que es posible obtener en internet, es bastante preocupante lo que piensa la gente y lo que opina sobre diversas situaciones, en tal caso me ha tocado ver cómo se ataca a personas y organizaciones en forma artera, brutal, extrema, sin un poco de reflexión sobre lo que se dice, sin verificar o tomarse la molestia de comprobar si tal acto o conducta está basado en alguna evidencia, normalmente son encausamientos y manejos de otros que diseñan una suerte de planes malévolos.

Concluyendo sobre esto, y mirando viejos mitos, quizás estemos en un planeta cárcel, no sólo nosotros, quizás cuantos otros seres malos que vagamos de noche y de día por estas superficies, sobre ella y bajo ella, esperando alguna luz que nos redima de nuestra maldad.

jueves, 7 de enero de 2016

¿Se puede ser bueno?





Reflexionando en lo que ocurre en nuestro país y en el resto del mundo en este inicio de año, la corrupción, la violencia, los genocidios, la intolerancia, la anarquía, el abuso y la irracionalidad en general me dejan un sabor de amargura y desazón. Mirando mi sociedad nacional y local y mirando mi propio mundo interno, en una suerte de cuestionamiento existencial a veces me pregunto ¿seremos intrínsecamente malos?, ¿acaso la bondad y la justicia son valores que no tenemos instalados ni podemos alcanzar?, ¿porque en Chile la violencia, la corrupción, el tongo, la mala leche esta a la orden del día?, quizás alguien abrió la caja de pandora y no nos dimos cuenta, o quizás siempre ha estado abierta y sus demonios están ahora empezando a salir a respirar, no lo sé.

Tengo la sospecha que ser bueno hoy tiene unos gastos energéticos espantosos, hay que tragarse los abusos, ser estoico ante la injusticia que se pasea suelta de cuerpo e intentar hacerse insensible a los sufrimientos de los otros, de lo contrario nos enfermaríamos hasta la médula de los huesos, nos transformaríamos en seres llenos de hematomas emocionales.

A veces algunas actitudes de las personas se pueden entender, quizás la necesidad de la sobrevivencia, quizás la ignorancia, quizás la falta de una ética más trabajada, quizás la incapacidad de sopesar las consecuencias de lo que se hace, en fin, algunas acciones pudieran
justificarse, pero en el grueso del acontecer estamos rodeados de acciones de maldad, una suerte de campo minado en el que en cualquier segundo puede estallar tu mundo y hacerse papilla.

Tengo la sensación que hay atletas de la maldad, personas que hacen el mal por deporte y quizás sus espíritus se alimenten del vaho de dolor ajeno, en esas prácticas buscan probablemente dar sentido y razón de ser a sus existencias vacías, y en el derrotero de esas existencias van destruyendo vidas por aquí y por allá, por todas partes, son espíritus insensibles a los sufrimientos de los otros, o como dirían algunos religiosos, cuerpos sin almas que deambulan sembrando dolor.

Por otra parte me imagino lo utópico, lo que mantiene esperanzado a tipos como yo, miro aquel paisaje deseado en el que te sientes algo más protegido, algo menos frágil, aquel mundo lleno de colores y vida donde nadie te roba, donde nadie planifica para perjudicarte ni a ti ni a los otros, un lugar donde todos te entregan lo justo, donde nadie vive a costillas tuyas ni te esclavizan, una sociedad fantástica donde opera la justicia verdadera, en fin, un mundo de personas buenas.

Quizás estamos muy solos, somos como el principito abandonados en este planeta sin una mínima guía caminera, algunas religiones se auto- asignan esa guía pero a la luz del pensamiento crítico contemporáneo carecen de norte, huelen a falacia, quizás seamos ángeles caídos todos y estemos aquí esperando la redención, después de todo parece que estamos condenados a estar aquí y para ello tenemos todo para subsistir, pero no nos podemos escapar.

Al final del día, siento que algunos nos movemos buscando pequeños espacios iluminados, unas islas de tiempo y espacio donde no ha llegado aún la oscuridad, donde aún se pueden encontrar algunas otras personas buenas, gentes que aún te pueden mirar a los ojos, pero se siente que los espacios se van reduciendo y van cayendo en las penumbras, y esas personas buenas disminuyen, a veces te das cuenta que personas que eran bondadosas ya no lo son, algo oscureció sus espíritus.

Quizás todos estemos sentados en una butaca de cine mirando una película de terror, si fuera así, hay esperanzas de ir luego de la función a tomar una buena tasa de café en casa.