lunes, 2 de marzo de 2015

Dos dedos de frente, como mínimo




Hace algunos días estuve viendo un video de un escritor español, Salvador Freixedo - autor del libro “La Granja Humana” -, en el cual trataba temas que vinculaban los antiguos dioses y los ovnis, y que en síntesis argumentaba que tengamos mucho cuidado con los ovnis y sus ocupantes, los antiguos dioses, porque la historia demostraba inequívocamente que estos no eran seres buenos, más bien todo lo contrario, serían la esencia del mal, sin embargo, lo que me llamó la atención del discurso, es que al final, con todo lo argumentado el español dice que aún cree en algo superior, porque alguien debe poner las cosas en su lugar, y luego termina diciendo, “porque tengo dos dedos de frente”.

Los “dos dedos de frente” es una expresión común, y si la entendemos bien es similar a decir : “algo de inteligencia tengo”, puedo pensar por sí mismo. Si trasladamos esta expresión común entre nosotros y vemos el desarrollo de lo que sucede en el mundo hoy, y especialmente en nuestro país, algo está pasando con los dos dedos de frente, pareciera por momentos que vamos en un gigantesco carrusel y que no podemos bajarnos ni esperar que pare, no sé que pasa con los conductores, a veces parece que no hay conductor por ningún lado, los acontecimientos siguen un tipo de ruta que puso un desconocido piloto automático.

Pienso que por alguna razón y quizás en el mundo entero, se eliminó como requisito para controlar o conducir alguna pieza de los sistemas políticos, económicos y/o sociales, tener dos dedos de frente, quizás fue algún pronunciamiento de la ONU o un acuerdo secreto entre países, pero desde hace algún tiempo a esta parte, se nota que algunos líderes se saltaron ese requisito.

Las cosas no van bien, demasiadas crisis económicas, demasiado deterioro ambiental, demasiada corrupción, demasiada teoría de la conspiración, demasiada agitación social por todos lados, y en gestación una serie de conflictos bélicos a nivel global que nos puede llevar de nuevo a la época de las cavernas, ello ocurrirá si no somos lo suficientemente hábiles para desactivarlos a tiempo.

En el súmmum de nuestra modernidad, internet, podemos hacernos una idea de lo que ocurre por los foros de debate, y en los foros de internet se ve bastante odio, odio irracional y enconado entre adversarios que pretenden ganar un debate insultando y degradando al interlocutor, gente hinchada de soberbia que cree tener la razón sobre a donde la sociedad debe marchar, u otros que pontifican ideologías del siglo antepasado como si un siglo y medio hacia adelante no fuera nada, en resumen hay una evidencia sustantiva, salvo excepciones destacables, de mucho ladrido entre descerebrados.

Es difícil declararse ignorante hoy a la manera de Sócrates, pero es cierto, en mi caso soy bastante ignorante, pero en los tiempos que corren esperar que otros también declaren su ignorancia es un acto suicida, de la nada aparecen los gurúes formados por wikipedia, y entonces un pseudo-conocimiento de color pardusco, algo fétido parecido al mal aliento empieza a salir de la boca del interlocutor y nos envuelve, como esto ocurre bastante seguido, el ambiente también se está tornando algo espeso.

Me pregunto ¿donde están los más sabios?, aquellos que efectivamente, comprobadamente, y medido rigurosamente, tienen dos dedos de frente, ¿se extinguieron?. Me imagino que este podría ser el escenario actual no sólo aquí, en todos lados y si esto es así no nos queda más trámite que poner al menos tonto a dirigir urgentemente, algo nada fácil pero al menos quedaría muy claro que entre los limitados elegimos al que demostró algo más de capacidad, así las cosas, y como requisito inicial debería ser exigible una declaración cada vez que se asume un rol de importancia en la sociedad, se debería declarar cuanto falta para llegar a los dos dedos de frente debidamente certificado, de esta manera, si posteriormente se es increpado se podría argumentar con razón “no me pidan más de lo que no puedo dar....”, así, se acabarían las campañas de todo tipo y aceptaríamos tranquilamente que lo que hay, es lo que hay.

Como no soy sabio, no tengo más solución, pero sospecho que también deberíamos bajar algunos grados el ego entre nosotros e intentar entendernos unos y otros, quizás ese podría ser el secreto de los más sabios, porque pensando bien las cosas, si eso ocurriera, quizás no necesitemos sabios.

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