viernes, 3 de enero de 2020

Flexibilidad mental…¿una capacidad imposible?



Imagen desde https://pixabay.com

A pesar que por estos días estoy auto-restringido para ver o escuchar los medios de comunicación nacionales, y que además he ido cortando las redes sociales en un intento de proteger mi salud mental, escuché un programa de radio en el cual debatían dos personajes conocidos de la escena política.

En un extraño estado de porosidad mental que alcancé por unos minutos, escuchaba atentamente los argumentos que repetían casi hasta el cansancio ambos interlocutores, en general argumentos conocidos que posicionan ideas de dos tipos de sociedades y que en el papel resultan opuestas, dos tipos de sociedades que seguramente nunca han existido , sin embargo, más allá de escuchar las viejas y gastadas ideas que cada uno tiraba a la cara del otro, la escena me dejaba una lección, ninguno de los dos tenía la más mínima flexibilidad mental.

La flexibilidad mental es un concepto difícil de definir opinan algunos autores, pero podría ser una capacidad que permite evaluar lo que uno piensa o cree, eso implica en primer lugar alcanzar un convencimiento importante y que dice (para el bronce) ….¡puedo estar equivocado!…, con ello en mente, alguien que tiene flexibilidad mental es alguien que escucha y es capaz de ver el resultado de su discurso o al menos se toma un tiempo para evaluar esos resultados, algunos teóricos (Maria Teresa Andrade Robles, Maria del Mar Trenas Torrico y Emilio Gomez Milan de la Universidad de Granada, España) sostienen que una persona inflexible no acepta el mundo como es, sino que se empeña en verlo como debería ser (según esa persona), consecuentemente la flexibilidad mental es un ajuste continuo entre datos e ideas.

Llevar el tema al resto de la sociedad es una tarea escabrosa, de miedo, en simple, no hay algo así como la flexibilidad mental en gran parte de la sociedad, por algún motivo nos formamos de una sola vez y luego blindamos el cerebro hasta la eternidad, prueba de ello son las guerras que nos acechan y con las cuales la humanidad ha perdido millones de vidas, es cosa de vida y muerte, entender a otros es una tarea que se aprecia casi imposible.

Podríamos pensar que esa capacidad se asienta en la intelectualidad, en la gente que tiene herramientas conceptuales y maneja ríos de información pero no hay tal, muchos de los supuestos genios que he conocido o escuchado son exactamente al revés, el espectáculo es una calamidad. Me pregunto que se le puede exigir a un político, a un pastor , a un presidente de una corporación o a un dirigente sindical, al igual que el menos preparado de nosotros son todos más rígido que una estructura de vidrio, rígido hasta la muerte.

Me he analizado en profundidad y me doy cuenta que soy igual que el resto, aunque consciente del problema admito que es bastante difícil cambiar algunas creencias e ideas sobre la realidad aunque lo quiera, simplemente estoy formateado y el cambio podría significar que el castillo que contiene mis mundos se caería a pedazos, es cierto, necesitamos ayuda pero ¿de quién?

No tengo idea del cómo hacer la corrección pero pienso que como todas las cosas, a cierta edad la situación está perdida, por ello, nos quedan los parvulitos, los niños que aún no construyen sus metamundos. Se me ocurre que una primera idea que deberían percibir en sus cunas y kínder´s es que no son dueños de la verdad y probablemente nunca lo serán, aunque es una frase que muchos tomamos como cliché, es una gran verdad.

Ante tan macabra realidad, cualquier intento de mejorar las relaciones humanas en una sociedad como la nuestra significaría en primer lugar salvar este escollo, esta montaña de roca sólida, pedir algo como eso implicaría entre otros asuntos pedir humildad a gente hinchada de orgullo, a una multitud enorme de cerebros formateados y adoctrinados, casi al cien por cien de todos nosotros, a todas luces una tarea imposible, y para no ser totalmente pesimista, quizás es una tarea aún posible para la mente de algunos elevados que están tan arriba de esta realidad pedestre que ni siquiera nos ven, ni nosotros los vemos a ellos.

Probablemente para palear en algo la situación, para colocar al menos un colchón que evite la fricción y el recalentamiento, hay que empezar con cosas muy básicas, elementales, me parece que una de ellas es intentar escuchar al otro, aunque nos duela el oído, aunque nuestro cerebro intente ponerse en piloto automático.





No hay comentarios:

Publicar un comentario