jueves, 7 de enero de 2016

¿Se puede ser bueno?





Reflexionando en lo que ocurre en nuestro país y en el resto del mundo en este inicio de año, la corrupción, la violencia, los genocidios, la intolerancia, la anarquía, el abuso y la irracionalidad en general me dejan un sabor de amargura y desazón. Mirando mi sociedad nacional y local y mirando mi propio mundo interno, en una suerte de cuestionamiento existencial a veces me pregunto ¿seremos intrínsecamente malos?, ¿acaso la bondad y la justicia son valores que no tenemos instalados ni podemos alcanzar?, ¿porque en Chile la violencia, la corrupción, el tongo, la mala leche esta a la orden del día?, quizás alguien abrió la caja de pandora y no nos dimos cuenta, o quizás siempre ha estado abierta y sus demonios están ahora empezando a salir a respirar, no lo sé.

Tengo la sospecha que ser bueno hoy tiene unos gastos energéticos espantosos, hay que tragarse los abusos, ser estoico ante la injusticia que se pasea suelta de cuerpo e intentar hacerse insensible a los sufrimientos de los otros, de lo contrario nos enfermaríamos hasta la médula de los huesos, nos transformaríamos en seres llenos de hematomas emocionales.

A veces algunas actitudes de las personas se pueden entender, quizás la necesidad de la sobrevivencia, quizás la ignorancia, quizás la falta de una ética más trabajada, quizás la incapacidad de sopesar las consecuencias de lo que se hace, en fin, algunas acciones pudieran
justificarse, pero en el grueso del acontecer estamos rodeados de acciones de maldad, una suerte de campo minado en el que en cualquier segundo puede estallar tu mundo y hacerse papilla.

Tengo la sensación que hay atletas de la maldad, personas que hacen el mal por deporte y quizás sus espíritus se alimenten del vaho de dolor ajeno, en esas prácticas buscan probablemente dar sentido y razón de ser a sus existencias vacías, y en el derrotero de esas existencias van destruyendo vidas por aquí y por allá, por todas partes, son espíritus insensibles a los sufrimientos de los otros, o como dirían algunos religiosos, cuerpos sin almas que deambulan sembrando dolor.

Por otra parte me imagino lo utópico, lo que mantiene esperanzado a tipos como yo, miro aquel paisaje deseado en el que te sientes algo más protegido, algo menos frágil, aquel mundo lleno de colores y vida donde nadie te roba, donde nadie planifica para perjudicarte ni a ti ni a los otros, un lugar donde todos te entregan lo justo, donde nadie vive a costillas tuyas ni te esclavizan, una sociedad fantástica donde opera la justicia verdadera, en fin, un mundo de personas buenas.

Quizás estamos muy solos, somos como el principito abandonados en este planeta sin una mínima guía caminera, algunas religiones se auto- asignan esa guía pero a la luz del pensamiento crítico contemporáneo carecen de norte, huelen a falacia, quizás seamos ángeles caídos todos y estemos aquí esperando la redención, después de todo parece que estamos condenados a estar aquí y para ello tenemos todo para subsistir, pero no nos podemos escapar.

Al final del día, siento que algunos nos movemos buscando pequeños espacios iluminados, unas islas de tiempo y espacio donde no ha llegado aún la oscuridad, donde aún se pueden encontrar algunas otras personas buenas, gentes que aún te pueden mirar a los ojos, pero se siente que los espacios se van reduciendo y van cayendo en las penumbras, y esas personas buenas disminuyen, a veces te das cuenta que personas que eran bondadosas ya no lo son, algo oscureció sus espíritus.

Quizás todos estemos sentados en una butaca de cine mirando una película de terror, si fuera así, hay esperanzas de ir luego de la función a tomar una buena tasa de café en casa.

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