viernes, 11 de enero de 2019

Regando bajo la lluvia





imagen de https://pixabay.com

Hace unos días, mientras viajaba al centro de la ciudad, encontré una escena que me hizo pensar todo el viaje, vi a dos hombres, unos funcionarios de alguna empresa de paisajismo regando una área verde, mantenían un jardín urbano como debe ser habitual, pero a esa hora y por mucho rato llovía sobre la ciudad, llovía de manera intensa, estaban regando bajo la lluvia.

La escena me hizo cuestionar una serie de situaciones que se asemejan y que dice relación con la forma en que se dilapidan los recursos, recursos en genérico, y que sabemos que son difíciles de obtener y siempre son escasos, siempre están “al debe”.

Pienso que nosotros deberíamos ser una sociedad muy diferente, los terremotos nos dejan unas enormes cuentas, una heridas gigantescas que cuando están algo más sanas, nuevamente el fenómeno natural nos golpean para dejarnos de rodillas, esa escena fatal me recuerda el mito de Sísifo, el castigo de llevar una roca hasta las altura con mucho esfuerzo, solo para que esta caiga nuevamente, y así empezar a subirla otra vez en un “loop” por toda la eternidad.

Aún con esa situación conocida y recurrente y que afecta a cada generación, pienso que somos un país afortunado y consecuentemente deberíamos ser diferentes, vemos que el esfuerzo diario genera recursos, en alguna medida el orden que muchas personas tienen en sus vidas, sumado a la fe en los proyectos personales y la entrega a sueños y utopías, permiten que el Estado recoja miles de millones de pesos, pero ese mismo pensamiento me dice que parte importante de esos esfuerzos se dilapidan, la pregunta es ¿por qué nos ocurre esto?, ¿no basta el daño que nos hace la naturaleza para aprender a ser más eficientes y eficaces en el uso de los recursos?.

Puede ser polémico señalar que hay despilfarro y hasta apropiación indebida, que ha habido tiempos de vacas gordas y no se ha notado, que no se ha evidenciado un mejoramiento que permita enfrentar los tiempos de vacas flacas. La forma más evidente que muchos sienten que se dilapidan los recursos es financiando los cargos políticos, es un sentir que sale en las conversaciones privadas, que genera comentarios mordaces, es una protesta silenciosas que está en el ambiente, parece que es cierto que pagamos los mejores sueldos a algunos representantes de la clase política, por eso se siente que no hay cuidado en el manejo de esos recursos, y hay desazón cuando se informa el monto de los sueldos que se pagan a personas que parecieran no tener los méritos para ser nombrados en algunos cargos, o que hay pagos post-servicios, que existen algunas perseguidora de vida para algunos o el “agradecimiento vitalicio” para otros pocos.

Pero ese aspecto del cómo se van los recursos, pienso que esta gastado, ya es un cuento viejo, y como tal, no parece que tenga solución, a no ser que ocurra un despertar a la ética, o que al menos triunfen algunas mociones que han presentado parlamentarios jóvenes, la gente nueva que sienten que se les paga mucho por lo que hacen, algo les suena mal, quizás pasado algún tiempo ya no les preocupe tanto, pero en fin, es un cuento viejo, lo nuevo que estamos empezando a presenciar, es que otros representantes del estado “transfieren” recursos destinados a sus instituciones a sus cuentas privadas.

La forma en que se dilapidan los recursos públicos es bastante variada, y en algunos casos bastante más torpe, una de ellas es seguir insistiendo en hacer ciudad difusa, seguir aumentando las ciudades ocupando suelo fértil, lo que implica extender al infinito las redes, las vías pavimentadas, los servicios, y otras componentes vitales como los servicios policiales, con ese torpe “dejar hacer”, no solo hacemos las cosas lo más costosas que podemos, sino que se la ponemos bastante difícil a personas que se gastan la vida viajando al trabajo.

Ciudades como las nortinas vinculadas al cobre, no son los paraísos que esperaríamos ver, una amiga me dijo un día, no vivo en Dubái, al revés, vivo en una ciudad sucia, fea y llena de problemas de sobrecosto, y que además está a la espera de su muerte cuando termine el mineral. Todo este tiempo se ha desperdiciado, nadie que debería hacerlo ha visualizado ninguna apuesta para un escenario previsible, ni siquiera se intentó, llegado el momento, como todo campamento aquello se levanta y desaparece, parece que la época del salitre no nos enseño nada, los recursos que una vez estuvieron allí se fueron con el viento.

Pero también hay que decir que dilapidamos los recursos naturales y los esfuerzos que se realizan para la crianza de animales en un territorio complicado y escaso para ello, resulta penoso conocer que hay compatriotas que no les alcanzan las “lucas” para comer, que en su jornada diaria de trabajo apenas pueden comerse un “completo” o unos tallarines sin carne, pero hay mascotas que la pasan bastante bien, una marca de alimentos para mascotas dice en su propaganda “…Esto significa que la comida para mascotas de xxxxx® contiene materias primas de origen animal de los mismos animales que nosotros comemos, como ternera, cordero, pollo y cerdo….”, y no solo eso, varias toneladas de pescados se extraen para esos paladares, demás está decir que esos compatriotas que no ladran ni ronronean, pero que se esfuerzan mucho, tampoco les alcanza para comer pescado, el mismo mensaje de la empresa en cuestión dice sin embargo …..”la carne del pescado azul contiene omega 3 y vitaminas A y D, ideales para mantener el pelaje sano y brillante….¿?

Hay muchas formas en que dilapidamos y se dilapidan nuestros esfuerzos y nuestros recursos, y también la vida misma de las personas. La pérdida de agua que muestra la escena al inicio de esta reflexión es seria, nos estamos quedando sin agua, somos candidatos a quedarnos secos. Espero que esa imagen real que ocurrió un día de enero sirva para darle vueltas al asunto.

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