viernes, 5 de julio de 2019

Adiós al Jardín del Edén



Paraiso Perdido - Obra de Gustavo Doré

Reflexionando sobre el Jardín del Edén y la naturaleza humana, estimo que nosotros, humanos, no podríamos haber perdurado allí mucho tiempo, y si fuera el caso, nosotros los chilenos, probablemente hubiéramos sido expulsados antes, y quizás con castigos mayores, creo que nos salvamos de algo peor.

El ser humano lleva una contradicción interna que puede significar su aniquilación o su subida a niveles superiores, tanto de humanidad como de desarrollo puramente físico, cielo e infierno están al alcance de la mano por una condición propia, esa condición es nuestra aspiración al cambio, quizás como dicen algunos gurúes , esa condición se asocia naturalmente al deseo y se arraiga en nuestro ADN como deseo de cambio … para ir por más, siempre queremos más, no nos basta el mundo, queremos más, queremos cambiar la condición de mortales y pobres, hasta nos molesta la carne y los huesos que nos constituyen, queremos ser dioses, volar y superar toda imposición física ( y quizás allá en un futuro indeterminado se logre) , y por lo tanto siempre estamos afanados buscando maneras de hacer realidad lo que soñamos,(el “dream come true” de tantas y tantas canciones) o lo que otros sueñan por nosotros, que es más cercano a lo que realmente ocurre, y una vez que se alcanza, queremos más, ¡uff!

Las sociedades funcionan así, en el caso nuestro, Chile ha avanzado a unos estadios de desarrollo que son la envidia de nuestros vecinos; en la memoria colectiva, en los recuerdos propios y que son sólo de algunas décadas, se guardan imágenes y situaciones de carencias en movilidad, infraestructuras, equipamientos, y un largo etc., hasta hace muy poco éramos un país bastante pobre, hoy estamos parados algo más alto … buscando más, y así seguirá, el proceso no puede parar, es nuestra condición.

Por otra parte, es paradojal que siempre y en todos los escenarios en que se resuelve el cambio, se desarrollen las mismas fuerzas, las fuerzas conservadoras y las liberales, y de esa oposición dependamos, si no es así, caímos en la dictadura de alguna de ellas, y cuando ello ocurre, la cacería de brujas se desata y se vuelve a tiempos oscuros, a períodos donde se ejerce la “vendetta”, la “purga”, y otras locuras, es decir, se ejercer la maldad en todas sus posibilidades, el antídoto que muestra la historia es ese “ tira y afloja” y que debe ocurrir en un marco de respeto mutuo, por supuesto obligado ( por eso ambas fuerzas intentan acabar con quienes son encargado de mantener el orden), allí se avanza, hay más derechos, más actividades y recursos, también en ese marco somos alguien, un individuo con nombre y apellidos, ya no se requiere ser un “hidalgo” como en los antiguos tiempos, ni tampoco estar con el “carnet” al día.

La ecuación no estaría completa sin los religiosos, tanto conservadores como liberales tienen los suyos, leyendo a Yuval Noah Harari en su excelente obra, “De animales a dioses” , se comprende que lo que llamamos “ideologías ultras”, son en realidad religiones, religiones con santos propios, libros sagrados y todo, y claro, les sucede a algunas personas en su búsqueda de sentido a sus vidas, encuentran en esas prácticas su iluminación y la verdad absoluta.

La tensión social parece ser entonces un medioambiente natural, una realidad que si la cambiamos es para mal, nos lleva a las dictaduras, y por lo tanto debemos aprender a vivir con esa tensión, a pensar estoicamente que es por nuestro bien, e intentar -apelando a nuestra profunda humanidad- a tratar con los religiosos de ambos lados, y ni pensar en juntarlos a conversar en algún lugar, no importa la clase de café, ambiente y buena onda que se pueda disponer, sería como juntar materia con antimateria, se aniquilan.

Hace algún tiempo pensaba que ese escenario era difícil, complicado de soportar, después de todo varios cubos de mala leche se evacuan por ambos sectores todos los días, en especial por facebook y otras redes sociales, escuchar a veces a tus propias amistades es algo amargo y denso a ratos, pero es como todo, nadie dijo que acá afuera del Jardín del Edén las cosas fueran fáciles.

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