jueves, 4 de mayo de 2017

Prisioneros de la demagogia



https://encrypted-tbn3.gstatic.com

Pensé colocar el titulo de prisioneros de los demagogos, pero me di cuenta que el demagogo es sólo un practicante, un jugador, una pieza de algo más elaborado, mayor a él y en proceso continuo de mejoramiento, una disciplina, la demagogia. No sé cuantos practicantes habrá tenido la demagogia a través de los siglos, pero sin duda se trata de una creación colectiva con muchos años y es evidente que evoluciona con nosotros.

Aquella épica tarea de no seguir a ídolos, ni figuritas, ni candidatos de ninguna especie, y por lo tanto mantener cierta distancia de la acción es muy difícil, se ve una tarea titánica alcanzar alguna perspectiva sobre la efervescencia de mítines, encuentros masivos, proclamaciones, y otros eventos similares, es decir alejarse del ojo del huracán, y a veces de su propio entorno y por cierto también de la influencia solapada de las preparadas entrevistas en los medios, si tal tarea se pudiera hacer y a continuación subir la colina cercana y desde allí mirar el espectáculo, se vería en acción a los demagogos.

La miel que son capaces de producir algunos demagogos es más dulce que la que producen las abejas, porque al recorrer el aire y llegar a oídos de las personas estas saltan, se convulsionan y se sienten felices, entran en un estado de fervor porque el demagogo toca en sus seres una música celestial, algo parecido al éxtasis religioso se produce dentro de ellos.

El falso halago debe ser una arma mucho más peligrosa que una bomba termonuclear coreana, si me lo permite el españolísimo Cao de Beno, el embajador plenipotenciario de Corea de Norte para el mundo occidental, hay algo en el halago que a cualquiera lo desarma y lo entrega en bandeja a los deseos del demagogo, es un regalo que viene a llenar cuanto vericueto vacío hay en la vida, y el halago es sólo una de las muchas armas con que la demagogia ha dotado al demagogo.

¡Estamos en esto junto! … es otra de esas cuestiones que cuanto te lo dicen, sientes que tienes un ejército detrás que viene a dar fuerza a tus cansados músculos y te sientes otra persona, alguien que tiene donde apoyarse aunque esas fuerzas sean en realidad pura espuma, nada en absoluto, una corriente de aire que impulso el demagogo desde su boca en dirección tuya.

¡Tus derechos!,¿ tus derechos?, esa idea sí que es un multivitaminico, dicho con energía y sobre todo desde el palco oficial, da la sensación de ser una brisa que llega aún más cálida hasta la última galería donde se acomoda a duras penas tu ser, tu pobre ser, entonces no importa nada, sientes una satisfacción de contar con el mejor abogado, alguien conoce tus derechos y los ha proclamado para que se sepa, para que aquellos que no te los respetan sientan una especie de castigo que les baja desde las alturas. De deberes el demagogo no te hablará, porque es complicado, uno de tus deberes es no creer en los demagogos.

¡Nos han robado a todos!..Esa exclamación llega a tus oídos cargada de aroma justiciera que inflama el cerebro hasta el punto en que quieres salir a hacer justicia por tus propias manos, el demagogo te muestra entonces una lista de villanos, gente obscena, oscura, mafias de todo tipo que literalmente te ha dejado seco, se ha llevado tus jugos vitales, al final del discurso tienes una claridad absoluta de quienes son los culpables, entonces cualquier juicio suena a trámite innecesario, te han abierto los ojos y definitivamente eres otra persona, sientes que ya no tienes “algo”, no importa qué, sólo importa que te lo han robado.

Pienso, aunque no sentado en la colina como quisiera, que la demagogia nos tiene atrapados, somos prisioneros y probablemente seguirá peor y peor, en parte porque aloja una suerte de droga en nuestros cerebros y por ello nos hemos vuelto adictos, somos demagogo-adictos entre otras taras contemporáneas, pero hay algo más, algo que la demagogia nos ha regalado y por lo tanto no la abandonaremos aún sabiendo de sus barrotes, y es la oportunidad de canalizar nuestras frustraciones, envidias, odios y egolatría, amén de nuestra soberbia, en los discursos y por cierto en la acción posterior, ello significa entre otras linduras que esos negros sentimientos están bien alimentados y creciendo rosaditos, regordetes, nada de represiones internas, nada de crecimientos valóricos en nuestro interior, probablemente no nos queda espacio, en parte porque nos negamos a ordenar la casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario