miércoles, 24 de mayo de 2017

Titanes del Ring







Uno de los recuerdos que atesoro de mi niñez y temprana juventud fue un programa de televisión llamado “titanes del Ring”, en esa púber visión en blanco y negro de un televisor Bolocco casi me creía que “La Momia” era indestructible, y que habían buenos y malos, luchadores con valores y antivalores, entre estos últimos había un personaje que era pifiado desde que hacía su aparición hasta que se retiraba del ring, un personaje único, Inca Toro. Inca Toro era el luchador que no respetaba las reglas, metía los dedos en los ojos, maltrataba a los otros cuando estaban en las cuerdas y atacaba por atrás cuando sus rivales no estaban atentos, o malheridos y protegidos por el juez, en síntesis, un personaje indeseable, digo un personaje, porque ese luchador - actor es entrañable, un gran recuerdo para él.

El tema es que Inca Toro cuando se encontraba en desventaja hacía uso de todas las protecciones que le daban las reglas de la lucha, apenas alcanzaba con un dedo una de las cuerdas del ring pedía que dejaran de golpearlo exigiendo sus derechos, lo mismo era recurrente si alguien actuaba en contra suya y él no estaba el condiciones de luchar.

La caricatura que presentaba Inca Toro era notable, porque dejaba en evidencia una actitud reprochable, pido que me respeten pero no respeto a otros, es decir, quebraba a propósito, y entiendo con fines educativos, la antigua premisa : “No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”.

En la realidad nacional, chilena, esto se ve día a día, vemos a personas y grupos que gritan amenazadoramente sus derechos en la cara de los otros, en algunos casos se nos remueve de las esforzadas rutinas diarias y nos causan todo tipo de perjuicios a propósito, por ejemplo cuando se toman una calle y se encienden neumáticos en la única vía que existe para llegar al trabajo o las obligaciones de ese día, causando de paso estresante momentos para las emergencias de bomberos, ambulancias y otros, entonces sufrimos tiempos de espera, desazón y hasta una sensación de desprotección.

Se puede constatar con tristeza que como producto de ese tipo de actitudes, aquella que asume un colectivo que nos exige “sus derechos”, muchas personas humildes sufren lo indecible, porque simplemente se les asigna la función de niño de castigo,(- aquel niño que sufre por las diablura que hace otro niño que es el futuro rey-) y les dan duro, los maltratan , y vuelcan en esas pobres personas que no tienen otras alternativas de atención, toda la fuerza e intolerancia que pueden ejercer en pos de sus demandas.

Nos hemos vuelto como sociedad muy sensible respecto a nuestros derechos, en parte porque el abuso ha estado suelto haciendo de las suyas durante mucho tiempo, sin tener una correa de sujeción o estar bajo control, a veces parece que todos abusan de nosotros, se siente en la piel esa pesada idea de ser la vaca lechera, y se instala en nosotros una sensación de ser abusado que quizás sea similar a la que siente ese noble mamífero.

No deseo caer en los estériles debates de tipo ideológico, pero tratar este tema bajo una ponderada visión de aporte no deja de ser un desafío, lo cierto es que las ideologías han introducido el discurso de derechos en los ciudadanos, lo cual no es cuestionable, lo cuestionable es que se olvidaron de los deberes, porque en síntesis los derechos de alguien son más o menos los deberes de otros, no es que se los exijan a los dioses, entonces la situación se vuelve una atmósfera enrarecida en que se pierde de vista el equilibrio moral y ético de dar para recibir.

Volviendo a Inca Toro, veo Inca Toros por todos lados, a veces nos agobian porque levantan sus discursos en cualquier parte, en medio de lugares donde no tienen derechos porque allí está el derecho de todos como las vías públicas, sin embargo muchos de los que sufren se quedan mirando como espectadores vacíos, como seres sin alma que se sienten de algún modo culpables de las vicerales palabrotas que otros les gritan en la cara, en algunos casos extremos para que esa “rica sociedad injusta” y abstracta que existe en algún lugar les subvencione la vida.

Tal como vamos las exigencias de los derechos se irá radicalizando, y la impunidad ante ciertos hechos basado en este tipo de cuestiones irá “ in crescendo”, me recuerda aquel arrendatario “informado” que sabe que puede vivir sin pagar durante un tiempo porque su arrendador no lo podrá sacar de inmediato, tiene “derechos” de ocupación que el propietario perdió.

Hay mucho sobre este tema, al final del día pienso que el camino se está llenando de restricciones ganadas al fragor de la “lucha” por derechos de toda índole, aparecerán entonces exclusiones tales como “téngase presente”, “cuidado”, “no pasar por aquí”, “aléjese”, “ camino privado”, “manténgase alejado tres metros”, “por aquí no”, “lo estamos grabando”, etc, etc, así, caminar a futuro será toda una proeza porque si se pierde la concentración por un segundo, seguramente se tocarán los derechos de alguien y tal error se judicializará, negocio redondo para los abogados y un mundillo de conflictos para todos.

Pienso que todo esto es producto de una sola actitud, no nos respetamos, ni siquiera se piensa que al ejercer un derecho se pueden vulnerar los derechos de los otros, simplemente se actúa desde la óptica personal, egoísta, quizás de tribu como en el caso de ciertos colectivos que como un cíclope solo ven con un ojo, una discapacidad que lamentablemente entrenaron para ver sólo “sus derechos”, pero no en la perspectiva del bien común.

Mirando reflexivamente el panorama nacional tengo la sensación que hay una tendencia al desequilibrio en el tema de los derechos, y probablemente no se pueda equilibrar la hipotética ecuación de derechos y deberes nunca más, en parte porque siempre existirá la justificación de “oídos sordos” de un “alguien” que toma decisiones, pero en gran parte porque habría que levantar potentes discursos en el tema de los deberes y quizás obligaciones y eso suena feo, no es rentable, no tiene los mismos créditos que “luchar por los derechos” y claramente es menos efectista que los llamados “derechos ganados”, porque los “deberes ganados” no existen, nadie quiere que le arruinen la fiesta, aquella borrachera carnavalesca de “derechos” en que participamos todos con gorritos, cotillón, bombos y platillos.

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